Octavio Quintero

29.09.2012 02:48

 

El otro cartel de las drogas

(Tomado de El Satélite, edición No. 42)

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No solo tenemos la gasolina más cara del mundo sino los medicamentos más caros del mundo. El  Ciprofloxacino, por ejemplo, un antibiótico usado contra las bacterias cuyas diversas especies causan enfermedades o putrefacciones internas y externas en los pacientes, tiene un costo  en China de 31 dólares, mientras en Colombia llega hasta 131 dólares, es decir, con un sobrecosto de 422,5%...

El Ciprofloxacino no es el único. La Norepinefrina (un antidepresivo), cuyo precio de laboratorio es de $41.314, ha sido facturada por las EPS ante el Fosyga hasta por $195.571, es decir, un sobreprecio del 473 por ciento. Y eso no es lo máximo: la Amicacina (un antibiótico bactericida), cuyo precio en el mercado es de 1.029 pesos, al Fosyga se le llegó a cobrar hasta 20.000 pesos la presentación comercial, es decir, 1.944 por ciento más.

Y siguen otros casos puntuales que podrían calificarse de “menor cuantía”. Por ejemplo, en las droguerías de Brasil, una caja de Aprovel, que se utiliza para tratar pacientes con tensión arterial alta, se consigue en $85.000 y en Colombia (Drogas la Rebaja), cuesta $169.900. Es decir, $84.900 más, que alcanzarían para otra caja.

Una tableta de Bonviva de Roche, tratamiento de la osteoporosis posmenopáusica para reducir el riesgo de fracturas, se consigue acá en $160.050, y (al cambio), en Perú en $114.500 y Argentina en $88.000.

Por fuera del robo de las EPS, los altos precios de los medicamentos en el mundo entero están no solo manipulados en su fuente desde los laboratorios sino  influenciados por inescrupulosos intermediarios del sector de la salud.

Sobre esta mafia internacional acaba de pronunciarse en contra, en dramático relato ante un congreso de medicina en Alemania, el científico Mathias Rath, descubridor de la cura contra el cáncer, cuya droga no ha sido desarrollada por intereses económicos (Ver enlace El Satélite ).

Volviendo a Colombia, todavía somos víctimas del robo a la salud, acelerado desde el año 2006, cuando se liberó este comercio y quedó al albedrío de las leyes del mercado. Por tanto, no es exagerado afirmar que los medicamentos en Colombia conforman el otro “Cartel de las drogas” cuya cadena se desprende con un precio cuando salen del laboratorio; otro, cuando pasan de las farmacias a las clínicas y, vuelven a subir, cuando se los facturan al Estado. Y, por supuesto, todo a costa de la salud de todos los colombianos.

El “robo a la salud”, como en su momento se llamó este escándalo que el gobierno evitó dejar conocer por todos los medios y luego, cuando la presión política le saltó la tapa, lo llenó de cortinas de humo y paños de agua tibia, ahí está… Ya este debate en el país no tiene vigencia, porque ahora estamos todos pendientes qué pasa con el Proceso de Paz que, para cuando se logre configurar algo al  respecto –si es que se logra-, ya probablemente estará a punto de prenderse otra guerra con los que ahora estamos en paz.

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Expediente

 

Vea la denuncia que sobre el particular eleva ante el nuevo ministro de Salud, Alejandro Gaviria, la Federación Médica Colombiana, en desarrollo de la veeduría que ha venido ejerciendo sobre el manejo financiero y contable de los recursos públicos de la salud por parte de las EPS, que tacha de inconstitucional, irregular y/o francamente ilegal.

¡Ojo, señor Ministro!

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