VOTAR EN BLANCO ES BOTAR CORRIENTE

VOTAR EN BLANCO ES BOTAR CORRIENTE
 

Promocionar el voto en blanco, mientras tanto y con todo respeto por quienes piensen en contrario, es ladrarle a la luna

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Octavio Quintero

(Junio de 2015)

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El analista Mauricio Cabrera, en El Heraldo de Barranquilla, promociona el voto en blanco para protestar contra esos partidos que vienen expidiendo, en cierta forma, avales en blanco “en su afán pragmático de ganar votos”.
 
Y son precisamente los partidos de la enmermelada Unidad Nacional, los que vienen avalando candidatos exconvictos o de dudosa moral pública.
 
En la U –dice el analista—“no dicen ni mu, pues es un partido sin ideología ni programas, fuera de ganar elecciones; en Cambio Radical, ante la victoria de los barones electorales de la Costa, renunció su director, el hijo de Galán, honrando la memoria de su padre, y el nuevo director –también huérfano de un mártir de la democracia- no dice nada; en el partido Conservador, el joven director traicionó las esperanzas de renovarlo y justificó con argucias legales avales cuestionados. En el Partido Liberal algunos apoyan esos avales y otros no, pero en la confusión de una dirección de 12, se dilatan decisiones claves como el aval para el candidato a la alcaldía de Cali. Si los partidos se arriesgan a dar avales en blanco, puede ser más efectivo el voto en blanco para sanear la democracia”, concluye Cabrera.
 
También este avezado analista cae en la trampa tendida por el sistema imperante de introducir en la constitución el voto en blanco para corporaciones públicas.
 
Una cosa es votar en blanco en elecciones para los cargos ejecutivos como Presidente, gobernadores y alcaldes que puede tener sus consecuencias sacando de juego a aquellos candidatos que sean derrotados por los blancos y otra es votar en blanco en elecciones corporativas en donde los que salen del juego son aquellos candidatos cuyos partidos políticos no hayan alcanzado el umbral.
 
El artículo constitucional 258, parágrafo 1º, es muy claro: “Deberá repetirse por una sola vez la votación… Tratándose de (…) Corporaciones Públicas no se podrán presentar a las nuevas elecciones las listas que no hayan alcanzado el umbral (resaltado nuestro).
 
Y la conclusión es obvia: solo los partidos minoritarios, esos que a duras penas se mantienen con algunas pocas voces en el Congreso, podrían quedar castigados con el voto en blanco, y resultaría irónico que, precisamente los candidatos de la oposición como por ejemplo, el senador Robledo en el Polo o la representante Ángela Lozano en la Alianza Verde puedan quedar anulados en una siguiente elección en donde el voto en blanco sea mayoría, o sea, que pueda sumar más votos que todos los demás partidos juntos, un evento casi tan imposible como tapar el sol con las manos.
 
Mídase la posibilidad por lo registrado en elecciones unipersonales, en donde el asunto parece más sencillo: de 3.500 alcaldes y gobernadores que hemos elegido desde que se implantó el voto en blanco –año 2003—solo una vez, en Bello, Antioquia, el voto en blanco ha salido ganador.
 
El analista en las redes sociales, Édgar Victoria González, tiene razón cuando dice que solo en el evento en que se hubiera impuesto el voto obligatorio, los blancos tal vez habrían reaccionado en contra del ‘establishment’, y agrega que por eso fue que recularon el voto obligatorio propuesto inicialmente en la última reforma política que acaba de aprobarse, mal llamada dizque de “Equilibrio de poderes”, que lo único que se necesitaba era prohibir la reelección presidencial y, a expensas de ello, tanto de iniciativa parlamentaria como del gobierno, le metieron otros temas que podría tumbarla en la Corte, si se acepta, como es obvio, que se violó la llamada unidad de materia.
 
Promocionar el voto en blanco, mientras tanto y con todo respeto por quienes piensen en contario, es ladrarle a la luna.