VENTAJAS DE UNA PAZ NEGOCIADA

VENTAJAS DE UNA PAZ NEGOCIADA

Un final negociado a este conflicto, y no una elusiva victoria militar, representa la mejor opción para llegar a los colombianos que viven en zonas rurales que todavía sienten el peso de la violencia

(Por: Pete Romero -Director para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado y exembajador en Venezuela y Ecuador)

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Estimados amigos colombianos:
Hace catorce años Colombia enfrentó un punto crítico: los secuestros y las extorsiones eran comunes, los criminales y las bandas armadas estaban creciendo, la violencia en el campo era abundante, el proceso de paz con las Farc no avanzaba, las Fuerzas Militares y la Policía operaban de forma independiente, y, peor aún, los ingresos del narcotráfico, el secuestro y las extorsiones por parte de los grupos ilegales armados emulaban el presupuesto de defensa nacional. Los colombianos salieron del país de manera abrumadora y muchos perdieron toda la esperanza. Pero en este punto crítico sus líderes tomaron la decisión correcta: pelear para ganar.
Desde ese momento, y con asistencia de los Estados Unidos (de la que puedo decir, con orgullo, que fui parte) y otros países, los líderes colombianos aprovecharon la oportunidad y desarrollaron un plan integral para enfrentar a los grupos armados, un plan que incluyó un despliegue agresivo en áreas que tenían poca presencia del Estado.
Por medio de una coordinación entre las acciones del Gobierno y las autoridades civiles y militares, y el apoyo de los líderes locales de las comunidades más afectadas, más colombianos han podido disfrutar de mejor seguridad y acceso a servicios esenciales del Estado. La economía ha crecido a un ritmo constante y la inflación se encuentra en niveles históricamente bajos.
Durante este tiempo, Colombia se ha convertido en la envidia de otros países que sufren de conflicto interno. La nación ha sido un modelo para lograr mayor seguridad a través de acciones coordinadas entre el Gobierno y las comunidades locales. Sus expertos civiles, militares y policiales son reconocidos y llamados en todo el mundo para ayudar a países con problemas de violencia, desde Afganistán hasta México, incluyendo también Estados de Centroamérica, y otros. Sus líderes saben exactamente lo que se necesita para ganarse las mentes y los corazones de los ciudadanos en zonas de conflicto.
Sin embargo, estas ganancias, que son indudables, no han tocado las vidas de los habitantes de las zonas de conflicto permanente. Aunque los dos candidatos a la Presidencia han minimizado las diferencias en sus opiniones sobre el proceso de paz con las Farc, la historia y experiencias recientes demuestran que un final negociado de este conflicto, y no una elusiva victoria militar, representa la mejor opción para llegar a los colombianos que viven en zonas rurales que todavía sienten el peso de la violencia.
Un acuerdo de paz permitirá que el Estado incremente su presencia en estas áreas en meses y no años. Un acuerdo permitirá que el Gobierno despliegue sus fuerzas civiles y militares en estas zonas de conflicto para establecer cortes, proveer servicios de salud y educación, promover producción agrícola tradicional y sustitución de cultivos, y estimular (con ayuda del sector privado) la creación de trabajos formales localmente. Nuevos líderes locales podrán participar en diálogos políticos y elecciones. Al ofrecer estas oportunidades, la promesa de un salario y aventura por parte de los grupos armados parecerá, para las familias y los jóvenes de estas áreas, nada más que lo que en realidad es: ¡un camino sin fin!
Los votantes colombianos una vez más enfrentan un punto crítico. Es con sincera esperanza que esperamos que aquellos que viven en zonas de conflicto puedan disfrutar de la seguridad por la que tanto se peleó y la que el resto del país ya disfruta. Por todos los que hemos apoyado a Colombia durante sus días más oscuros, puedo decir que en esos momentos anhelábamos el día en que su coraje e ingenuidad resultaran en una paz justa y negociada.