UN GRITO VAGABUNDO A LA MEDIA NOCHE DEL 31/12/15

UN GRITO VAGABUNDO A LA MEDIA NOCHE DEL 31/12/15

Con la ley de las ZIDRES, nos quedaremos  sin Patria. Y aquí es donde me duele el alma

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Libardo Ariza

(El Alquimista)

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Desde las montañas de Catalamonte. Mi estimado y nunca bien ponderado amigo Octavio: releyendo su artículo del 16/12/15: “Es imposible vivir en paz en un mundo corrompido”, me vienen a la memoria  las canciones del inolvidable Guillermo Buitrago: “En vísperas de Año Nuevo, estando la noche serena”, y “Grito Vagabundo: Yo quiero pegar un grito y no me dejan”…
 
Estoy aquí, en la soledad del silencio de las montañas de la vereda de Catalamonte, del municipio de Tena (Cundinamarca), acompañado de seis perros y tres gatos, esperando que pase la noche serena. No hace viento y el calor produce modorra, pero es muy temprano para acostarme. Son apenas las diez de la noche…
 
Quiero pegar un grito y no me dejan. Si empezara a gritar, mi adorada esposa podría  decir que la gente tiene razón cuando  le dice que se casó con un loco. Y los vecinos, probablemente, llamarían a la Policía o a la Defensa Civil para que me  condujeran al centro de salud.
 
“Cómo me compongo yo si vivo triste, cómo me compongo yo me duele el alma”…
 
Entonces me acuerdo del poema “Canción de otoño en primavera” de  Rubén Darío: “Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer”…
 
Y este cuento tiene que ver con la nueva Ley  de  Zonas de Interés de Desarrollo Rural y Económico (ZIDRES), que está para sanción presidencial, y los recuerdos de mi modesta participación en la redacción del texto de la ley 160 de 1994, denominada “Ley de la Reforma Agraria”, en cuanto tiene que ver con la inclusión de las personas de tercera edad como sujetos de reforma agraria, la adquisición de tierra en forma voluntaria, la constitución de las Inmobiliarias Rurales y la posibilidad de que las organizaciones sin ánimo de lucro, como sindicatos y cooperativas, pudieran acceder a adjudicación de tierras para adelantar proyectos productivos.
 
En el ejercicio de mi actividad sindical en la empresa Acerías Paz del Rio, empecé a proponer actividades que permitieran a las organizaciones sindicales participar en el desarrollo de la economía del país, como cogestoras de emprendimientos sociales socio económicos, que le dieran independencia y libertad de acción, sin depender de las dádivas y prebendas de los gobiernos de turno. Fundamos Bancos, Cooperativas, Colegios…
 
Me retiré del sindicato y renuncié a mi empleo en Acerías para salvar  mi vida, pues, por esa época mataron a mi amigo Rafael Bayona, a Raquel Mercado y a otros que fuimos considerados como retardatarios de la Revolución,  porque mejorábamos las condiciones de vida y de trabajo de los obreros  y campesinos de la región.
 
Por razones difíciles de explicar, desde entonces empecé a tener la preocupación por el tema del envejecimiento prematuro ocasionado por el desplazamiento laboral, la jubilación y la vejez y propongo el programa que denominé “El retorno al campo: un camino hacia La Paz, con la organización de las Granjas Integrales Comunitarias Autosostenidas para adultos mayores, como una alternativa de repoblar el campo colombiano y establecer núcleos de paz en zonas de guerra. Un programa de reforma Agraria privada. Un sistema de adquisición de tierras en forma legal y pacífica.
 
En el gobierno del presidente César Gaviria, se presentó el proyecto de Reforma Agraria y estuve tratando de que mis copartidarios liberales y algunos que se consideraban de la izquierda, me ayudaran a incluir el programa del Retorno al Campo en el proyecto de ley que se estaba tramitando y no me tuvieron en cuenta para nada.
 
Acudí entonces al ponente de la Ley, el doctor José Raimundo Sojo Zambrano, considerado en ese entonces como el godo de los godos y sin embargo me atendió y empezamos a reunirnos para que yo le explicara la forma en que había organizado las granjas de Tena  y la Mesa.
 
De estas conversaciones y visitas, el doctor Sojo Zambrano, incluyó a las personas de tercera edad como sujetos de reforma agraria, la creación de las inmobiliarias rurales como gestoras de la compra voluntaria de tierras, la inclusión de los p del agro para que tuvieran tierra en las empresas comunitarias que se conformaran.
 
Una vez aprobada la Ley 160 de 1994, conversando con el doctor Sojo Zambrano, acordamos organizar unos programas para establecer núcleos de paz en zonas de guerra, aprovechando la experiencia con nuestras granjas. Sin embargo, una macabra alianza de las Farc con narcotraficantes (según las investigaciones de la época), decidió asesinarlo y una noche aciaga, 30 de septiembre de 1995, lo acribillaron en su finca de Anolaima, y todos nuestros planes se derrumbaron.
 
Yo seguí organizando las granjas de Viotá pero la violencia política me ganó y tuve que salir corriendo nuevamente… Hoy hago parte de las víctimas de la violencia, reconocido como tal y con resolución que me permitiría pararme en un semáforo para vivir de la caridad, pero gracias a Dios ese no es mi caso.
 
Creo don Octavio, que abuso de su paciencia, contándole esta deshilvanada historia. Le adjunto un resumen de los artículos de la Ley 160 de 1994, que sigue vigente y que han mutilado y reformado para conveniencia de los corruptos. La ley 160/94, la utilizaron para apropiarse de Unidades Agrícolas familiares, para desplazar campesinos, para venderle tierras malas al Incora y quebrar a la Caja Agraria.
 
Y ahora con la Ley de las ZIDRES, nos quedaremos  sin Patria. Y aquí es donde me duele el alma… Ni el Estado, ni las centrales obreras, ni las organizaciones de pensionados tuvieron en cuenta la Ley 160/94 para prevenir los problemas del envejecimiento de la población.
 
En el extracto que le envío de la ley y sus decretos reglamentarios y acuerdos del Incora, están contempladas nuestras propuestas para la atención a las personas de tercera edad y la forma de adquisición de tierras en forma voluntaria.
 
Y termino con el último renglón de la Canción de Otoño en primavera: “Mas es mía el Alba de oro”… y puedo decir con Neruda: “Confieso que he vivido”.
Nos tocó un mundo corrompido, pero ni usted ni yo hemos permanecido indiferentes. ¡Gracias a Dios!