SOMBRAS NADA MÁS...

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Uribe/Santos: la generación perdida

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Opinión/Grupo Editorial El Satélite
Director/Octavio Quintero
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Resulta lógico que solo estemos mirando de las encuestas electorales las tendencia del SÍ y el NO que, como se puede apreciar, las últimas (no se permiten más) cerraron dando triunfador al SÍ sobre el NO.
Pero esas mismas encuestas reflejan algo que los medios de comunicación han tratado de soslayar: la abstención. Según sus proyecciones, el total de electores de este plebiscito rondará los 10 millones de ciudadanos que, frente a un potencial electoral de 34’899.945, según la Registraduría Nacional, reflejaría una abultada abstención de casi el 72 por ciento.
 
¿Cómo podríamos explicarle al mundo --que ya nos mira como cosa rara al convocarnos a un plebiscito dizque para que digamos si queremos la paz o no--, que solo un 28 por ciento de sus habitantes mayores de edad se interesó por el tema, presentado además como la decisión política más importante de Colombia en los últimos 52 años?
 
Dos hipótesis
En primer lugar, vaya uno a saber por qué el gobierno no abrió la inscripción de cédulas. Podríamos pensar, sin mucho riesgo de pensar mal, que la clase politiquera presionó para que este plebiscito no fuera a desbaratarle sus clientelas electorales que se movilizan en los comicios nacionales y locales a punta de mamona y pola, y unos cuantos pesos en efectivo o en especie.
 
En segundo lugar, el pobre umbral del 13% que se fijó como base de aprobación, indica que con solo esos 10 millones de habitantes que acudan a las urnas, con tal de que 4’536.993 ciudadanos voten por el SÍ, asunto arreglado.
 
Ganando también se pierde
Invirtiendo la paradoja filosófica, digamos que gana el SÍ, pero frente a una abstención tan alta como la que se pronostica, el mandato plebiscitario no daría gobernabilidad suficiente para sacar adelante el proceso del posconflicto que se compone de un discutible acto legislativo que incorporaría como mandato constitucional todo lo aprobado en La Habana; varios leyes y un no menos discutible proceso jurídico enrevesado, amén de un abultado presupuesto de cerca de 100 billones de pesos en 10 años que, frente a la precaria situación económica nacional, nadie ha dicho de dónde podrían salir.
 
Las discusiones sobre el particular van a ser bizantinas, y empujarán más al país hacia la polarización política que desde la reelección de Santos se viene marcando entre paz o guerra,  porque ese macabro eslogan fue lo que le sirvió para voltear el resultado de la primera vuelta que perdió frente a un anodino candidato cuyo único mérito era un mascarón de proa con la imagen del expresidente Uribe.
 
Lo ineluctable de este domingo es que si gana el SÍ de las encuestas, también gana el SÍ de la abstención que ellas pronostican, y el panorama que dejamos descrito atrás sería el escenario político más probable del país en lo que resta de la administración Santos: dos años, incluyendo el último en que “con el sol a las espaldas”, todos los presidentes pierden gobernabilidad: ¡AY DIOS!
 
Lo mejor que le puede pasar a Santos es que le suene también la flauta de las negociaciones de paz con el ELN… Tras ellas podrá seguir enmascarando el fracaso de su mal gobierno al cabo de ocho largos años que, seguidos de los largos ocho de Uribe, le suman al país toda una generación perdida.
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Fin de folio.- El vicepresidente Vargas Lleras todavía no ha dado el paso al costado pero, cuando acompaña al Presidente en su campaña por el SÍ al plebiscito, aparece mirando para otro lado.