"SIQUIERA SE MURIERON LOS ABUELOS"

"SIQUIERA SE MURIERON LOS ABUELOS"

"Siquiera se murieron los abuelos sin ver los cascos sobre los jazmines… Siquiera se murieron sin sospechar el vergonzoso eclipse"

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Óscar Moreno Mejía

(Medellín, 15/12/15)

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Con la “sensacional y estupenda” declaración que acaba de hacer la Unesco, de reconocer el Vallenato como “patrimonio inmaterial de la humanidad”, gracias a las gestiones (o presiones) de nuestros gobernantes actuales y políticos costeños, pues de otra manera nada de eso hubiese ocurrido, la música andina, la música del interior de Colombia, el bambuco, el pasillo, la guabina, el torbellino, y, aun así no se piense, hasta la misma cumbia y el sanjuanero, sufrieron un entierro de tercera, sino acaso de cuarta o quinta categoría.
 
Enterramos la música colombiana peor que como hace más de dos siglos (precisamente el 5 de diciembre de 1791) enterraron a Mozart,  ese “bobo, pendejo y bruto” compositor que murió en medio de la más espantosa pobreza, sin la presencia de más de 10 personas,  sin catafalco propio pues lo transportaron hasta el cementerio en un ataúd reutilizable, envuelto en una bolsa de tela o talego, como decimos por aquí, y arrojado a una tumba comunitaria que es lo mismo que una fosa común entre nosotros.
 
Parodiando un poco el  poema de Jorge Robledo Ortiz,  “Siquiera se murieron los abuelos”, digamos que siquiera se murieron también los compositores e intérpretes de la música colombiana que tantas piezas magistrales crearon y nos dejaron escuchar por años, desde los más remotos tiempos, para animar nuestras fiestas campesinas y familiares urbanas, incluso las luchas  épicas, y celebrar los triunfos en las grandes batallas por la independencia, pues hasta donde sabemos Bolívar no bailó ni cantó jamás vallenatos, sino bambucos, danzas, contradanzas y guabinas.
 
Siquiera, entonces, se murieron (aunque deben estar revolcándose en su tumbas): Luis Antonio Calvo, Pelón Santamarta, Pedro Morales Pino, Carlos Vieco, Benigno (el Mono) Nuñez, Jaime R. Echavarría, José Macías, Jorge Villamil, Guillermo Uribe Holguín, Jorge Molina Cano, Jorge Añez, Alejandro Wills, Eusebio Ochoa, Luis Antonio Escobar, Ancizar Castrillón, León Cardona, Blas Emilio Atehortua, José Alejandro Morales, Evelio Moncada, Luis Enrique Aragón, Francisco Zumaqué, José María Peñaranda, Álvaro Dalmar,  Jaime Llano González, Arnulfo Briceño, Augusto Bracca, Pedro Felipe Sosa Caro, Miguel Ángel Martín Salazar, además de los intérpretes como Obdulio y Julián, Garzón y Collazos, Silva y Villalba, el Dueto de Antaño, Los Tolimenses, Espinoza y Bedoya, Los Médicos, Ríos y Macías, Gómez y Villegas, Espinoza y Macías, el Trio América, Trío Nueva Granada, Ramírez y Arias, Jorge Ariza, Oriol Rangel, Gentil Montaña, Carlos Julio Ramírez, Víctor Hugo Ayala,  Lucho Ramírez, y…
 
Siga usted la lista si acaso recuerda como suena un tiple, una guitarra, un requinto, una bandola, sobre todo en horas de la noche, en una cálida fonda montañera, con un aguardiente doble servido; o incluso un cuatro, unas maracas  o una arpa, en los bellos atardeceres del llano, tomando cerveza fría, asando carne, y pletórico de alegría  en medio de mugidos y un rico ambiente saturado a mierda de ganado.  ¡Ay hombe!  ¡Maldita sea!