SIN QUE SE ACABE LA VAINA

SIN QUE SE ACABE LA VAINA

“No debe considerarse válido un tratado de paz al que se haya arribado con reservas mentales sobre algunos objetivos capaces de causar otra guerra en el futuro”: Kant/La paz perpetua

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Octavio Quintero

(Diciembre de 2014)

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El célebre vallenato, La gota fría, es, entre otras cosas, una declaración de guerra sin cuartel lanzada por Emiliano Zuleta a Lorenzo Morales cuando este le desafió a ver cuál era el mejor y, al aceptar el reto, salió a la plaza a decir… “Me lleva él o me lo llevo yo, pa’que se acabe la vaina”.
La firma de la paz entre el gobierno y las Farc debiera comenzar  porque el Estado reconociera que es la causa sui del conflicto armado que padece el país, “Pa’que se acabe la vaina”, como dice el aclamado escritor y columnista de El Espectador, William Ospina.
Pedir que el Estado se declare culpable de una guerra que no está perdiendo militarmente, y en la que no existe ninguna posibilidad de que el enemigo acceda al gobierno por la vía armada, es iluso.
El secuestro del general Alzate, que ha dado mucho de qué hablar y dará mucho más, todo lo que refleja es que el régimen actual, en su convicción de que por la vía armada las Farc no le van a quitar el trono, siente que las negociaciones de paz de la Habana es una concesión que le está haciendo a la guerrilla, y que puede romper a cualquier hora;  y es cierto porque, cuando más, ahí seguirá el país con algunos desangres económicos y muchas víctimas inocentes tiradas a la vera del camino de la guerra.
Reconocer esta realidad es admitir que negociar la paz en medio de la guerra, en cierta forma  le da licencia al Estado para imponer condiciones unilaterales como, por ejemplo, perseguir hasta la muerte a los altos mandos de las Farc sin que pase nada, y en cambio romper el diálogo ante un simple y muy curioso secuestro de un general.
Estamos llegando al meollo: el tema de la paz, puede que le suene a Santos pero, mientras tanto, lo que más le ha beneficiado es el jugo político que le ha sacado, al punto que solo eso y nada más que eso, le ha ofrendado dos periodos presidenciales: en el 2010, por prometer la continuidad de la seguridad democrática al estilo Uribe, de tierra arrasada; y en el 2014, por buscar la paz a través del diálogo abierto en el 2012, siguiendo, con variantes, la ruta del expresidente Pastrana.
Y mientras más se polarice la idea de que Santos es el fin de la guerra y Uribe es la guerra sin fin, más combustible tendrá la facción santista de mantenerse en el poder, el mismo que comparte en lo ideológico con Uribe: entre la derecha de Santos y la derecha de Uribe, que entre el diablo y escoja.
Solo un régimen distinto al que impera actualmente podría reconocer su culpabilidad en el inicio y prolongación del conflicto armado, y en consecuencia, pedir perdón… “Pa’que se acabe la vaina”.
En síntesis: ojalá las Farc entiendan que solo deponiendo las armas le pueden despejar el camino a la izquierda en Colombia para seguir buscando el poder por la vía democrática; y ojalá también que en ese propósito no se sigan atravesando más garzones de todas las pelambres ni hogueras de vanidades como en la que se consume Petro, y se aviva en la excandidata del Polo, Clara López.