QUIÉNES ESTÁN DETRÁS DEL CONFLICTO COLOMBIA-NICARAGUA?

ARMANDO CARDONA CATAÑO

 

- La pérdida de 75 mil kilómetros de Colombia en el mar Caribe como consecuencia del fallo de  la Corte Internacional  de la Haya dictado el 19 de Diciembre de 2012, atendiendo una demanda de Nicaragua, empieza a tener enormes repercusiones,   las cuales inicialmente solo había ocasionado lamentaciones en el país derrotado.

 

Nicaragua acudió a este  organismo de justicia  para demandar el tratado Bárcenas=Esguerra firmado por las dos naciones en  1928, por considerar que no se ajustaba a derecho y que consecuentemente su soberanía había sido vulnerada  pretermitiéndose títulos supuestamente coloniales.

 

Decisiones recientes del gobierno de Nicaragua han agregado significativos elementos para que analistas  interesados en el tema,  se ocupen de las consecuencias de  la ley  800 de 2012  por medio de la cual este país pacta con los chinos la construcción de un poderoso canal cuya inversión, según el propio Presidente Daniel Ortega, podría llegar a los 40 mil millones de dólares.

 

Este convenio empieza a generar diferentes inquietudes e igualmente a quitarle el sueño a los norteamericanos, porque desde hace tiempo ellos podrían estar pensando en construir en  ese país un nuevo canal, como lo analiza  el tratadista de derecho internacional, el Colombiano Rubén Darío López,  quien hace unos años afirmó que  “Los Estados Unidos han estudiado con suma antelación a través de sus satélites y de sus investigadores y de sus amigos en los gobiernos panameño, colombiano y de Nicaragua (de entonces), tres grandes opciones”, con las cuales se dotaba a América y al mundo, de  un canal funcional  para atender  el voluminoso comercio   asiático.

 

Una de ellas, de acuerdo con lo expresado por el tratadista, sería  a  través del gigante Lago de Managua, y que podría ser una de las opciones dentro del convenio chino=nicaragüense firmado en las propias barbas de los norteamericanos. Y aunque Washington no se ha pronunciado, ni lo hará posiblemente de manera categórica, podríamos anticipar la duda metódica  que todas las cosas tienen,  para  dudar la ejecución de ese proyecto, no solo por lo que significaría en este momento, sino por las implicaciones futuras, en los escenarios militares, económicos,  expansionistas, etc. y que podría ser, además, el principio para marcar distancia definitiva entre Estados Unidos y los asiáticos, amén de impredecibles consecuencias para el gobierno sandinista.

 

El panorama empieza a complicarse para chinos y nicaragüenses, cuando la ex ministra de Relaciones Exteriores de Colombia, Noemí Sanín, afirmó el 12  de Julio de este año en el Periódico  El Tiempo de Bogotá, que uno de los jueces de la Corte Internacional de Justicia de la Haya, Xue Hanqin firmante del fallo por medio la cual Colombia perdió 75 mil kilómetro de mar, es de origen Chino y  que al tener su país intereses económicos, comerciales, políticos, estratégicos, militares, ecológicos, diplomáticos, geográficos y culturales” ha debido declararse impedida en dicho fallo, por lo que al no haberlo hecho, da pie para que Colombia, que estudia una reposición del mismo, e invoque a su favor el planteamiento de la ex ministra Sanín.

 

En los últimos días también han surgido otras preocupaciones,  porque viene haciendo carrera la afirmación de que Nicaragua va por más kilómetros de mar colombiano, con lo cual, y si se construye dicho canal, tener más agua, lo que sería mejor para el trasiego tranquilo de los buques de alto tonelaje y calado,  y su consecuente desplazamiento sin interferencia hacia sus objetivos comerciales y  de otro orden.

 

La nueva pretensión de Nicaragua podría tener colosal repercusión en el sentido de  que obligaría a ciertos países americanos a fijar posiciones concluyentes, porque de esta manera estaríamos  frente a una nueva modalidad colonialista, con implicaciones, no solo en bienes y servicios materiales, sino en el incremento de ideologías que podrían estimular severas controversias.

 

Habrá que esperar frente a estos nuevos hechos la actitud colombiana, después de que un pool de abogados internacionalistas recomiende la nueva postura jurídica suya, para solicitar la reposición del fallo de la Haya, y la denuncia según la cual, uno de sus jueces  signatarios del mismo, podría tener intereses con los cuales  su país de origen se beneficiaría, dada su ya pública condición de socio del  canal de las magnitudes referidas, enclavado en una estratégica región americana.

 

Este hecho deja clara la lección según la cual los tratados internacionales  son tan vulnerables y episódicos, que en cualquier momento, los países que en razón de circunstancias de actualidad, bien sea por consideraciones económicas, sociales y especialmente políticas, y que  se sientan damnificados,  acudan a  la ruleta de la  justicia internacional, como le acaba de pasar a Colombia que dormía tranquilamente, porque consideraba que el tratado Esguerra = Bárcenas era sólido.

 

Qué pasará con la demanda instaurada por Bolivia contra Chile que reclama su regreso al mar, no obstante la existencia de un tratado vigente que le da todo el derecho a los australes? O el litigio de Nicaragua y Costa Rica en torno a la propiedad del humedal existente en la desembocadura del Río San Juan? O la demanda venezolana para modificar el tratado de 1966 en torno a la propiedad de la Guyana Esequiba, o el conflictivo problema de las Malvinas ?

 

Como éstos, muchos tratados permiten confirmar que no hay seguridad jurídica internacional,  ahora magnimizados por la constitución de una sociedad, 51 por ciento para Nicaragua y 49  por ciento para la China, por medio de la cual se construiría el segundo canal más grande del mundo, repetimos, en las barbas de los americanos, estimulado por el despojo de 57 mil kilómetros  de mar que acaba de perder Colombia.