PETRO PUEDE DERROTAR AL SISTEMA
Como dice el adagio popular “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.
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Gustavo Ruiz M.
Abogado y comunicador social
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En el imaginario de la sociedad, “el sistema” significa corrupción, clientelismo, desigualdad, exclusión, inequidad; falta de empleo y de vivienda. El sistema les representa generador de crisis en la salud y la educación; la desinstitucionalización que trae consigo el desprestigio del parlamento, de la Justicia y del gobierno. La gente desconfía del sistema financiero y bancario en poder de tres o cuatro monopolios que recaudan la plata de los colombianos y que poco beneficio les reporta a los ciudadanos. Significa, además, el empoderamiento mafioso de gobernaciones, alcaldías, consejos y asambleas; una crisis agraria en la que un porcentaje minúsculo de latifundistas acaparan las mejores tierras que mantienen improductivas o mal usadas en ganadería extensiva.
Ninguno de los candidatos, a excepción de Petro, plantea la anterior problemática. Y los argumentos para atacarlo son señalarlo de castrochavista, de guerrillero, de que polariza, mientras que los otros candidatos aparecen como los salvadores de toda la crisis que sacude el país y de que Petro es confrontacionista, que señala a los demás candidatos, aunque paradójicamente a él solo lo combaten con epítetos y señalamientos de odio, sembrando a la sociedad electora de terrorismo si Petro llega a ganar, con la falsedad de que implantará el modelo de Maduro e instaurara el castrochavismo en Colombia.
Petro gobernó, contra viento y marea de la plutocracia bogotana, la primera ciudad del País; y no introdujo el castro chavismo; garantizó si el agua permanente para los estratos 1, 2 y 3 de la población de la capital, le quitó a los operadores privados el monopolio de la recolección de basuras y los puso a competir con una empresa estatal, esquema que ha roto Peñalosa que ha devuelto a la empresa privada este negocio para que sean ellos y no la ciudad la que capte la plusvalía que genera este negocio; mejoró ostensiblemente el sector educativo y el de la salud, en una palabra hizo de la capital “La Bogotá Humana”.
Petro ha demostrado que el modelo económico de Venezuela es muy similar al modelo económico colombiano, ambos modelos cimentados en el petróleo y en el caso nuestro además en la producción del carbón y que por lo tanto este modelo debe cambiar, sobre la base de la ampliación del aparato productivo, la diversificación de la producción, la incorporación de la tierra ociosa al proceso de producción agrícola, se trata no de estatizar el campo y la economía sino de democratizar la propiedad, de volver a los campesinos verdaderos granjeros que en el caso americano son la base de la producción agrícola de Estados Unidos.
Petro plantea la discusión en este terreno. Ningún otro candidato está interesado en señalar estos aspectos, porque en el fondo con ellos no va a pasar nada diferente a un cambio de nombre presidencial pero ahora después de la guerra de más de medio siglo no se trata simplemente de cambiar un presidente sino de impulsar un verdadero cambio en el modelo económico, institucional y político, cultural, que democratice la economía, abra las oportunidades, impulse el desarrollo para beneficio social y no de unos cuantos, logre la inclusión e incorpore a la producción agrícola las millones de has., hoy en día en manos improductivas, mientras los campesinos, condenados al minifundio y a la aparcería, son fácil presa de los carteles mafiosos del narcotráfico que los utilizan en sus empresas tenebrosas.
Hay quienes consideran que en Colombia ya no es posible la llamada vía americana del desarrollo del campo y que debemos resignarnos al modelo prusiano con base en el latifundismo, porque aducen que la ganadería extensiva es altamente productiva y que las empresas latifundistas –palma africana, ingenios azucareros, producción de carne, etc.- producen altas rentabilidades y fortalecen extraordinariamente el producto bruto nacional, por lo que las tesis de Petro son obsoletas y extemporáneas; y encarnan además un peligro de reedición de la violencia, porque la ley de tierras de López Pumarejo -la función social de la propiedad- produjo la violencia latifundista de la década de los 40 del siglo pasado; por lo que volver a reivindicar en el campo esta tesis es “torear el avispero”. Por eso consideran estas voces, que debemos adaptarnos a lo que ya se ha establecido, es decir, aceptar el statu quo impuesto por terratenientes y latifundistas y que por lo tanto la estructura de la tenencia de la tierra en el campo no se puede cuestionar. Si eso es así es evidente que la nueva presidencia o el nuevo gobierno, no va a introducir cambio alguno y que condenados estaremos a otros cien años de soledad.
La gente reflexiona diciendo: “el sistema no lo cambia nadie, es inmodificable, estamos condenados a vivir así como hemos vivido por cien años”, máxime que cuando han surgido líderes del cambio como Gaitán o Galán, los ha matado “el sistema”.
Pero como dice el adagio popular “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. Y hoy como nunca se presenta la oportunidad política e histórica de que “el sistema” sea derrotado. Por eso Petro sube en las encuestas, porque el imaginario de gran parte de la sociedad ve y observa que Petro se ha enfrentado “al sistema” que éste no lo ha podido quebrar, ni lo ha podido vencer, siendo por el contrario que es Petro quien hasta ahora ha salido victorioso de sus arremetidas; se empieza a ver a Petro con grandes posibilidades de triunfo, pese al macartismo que lo señala como enemigo de la democracia, siendo todo lo contrario: el que realmente puede democratizar este País porque es el único que plantea democratizar la economía, que es la base de la democratización social y política de la sociedad.
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