PERDÓN: PIDO LA PALABRA

PERDÓN: PIDO LA PALABRA
Juego limpio/El Satélite/Comentario del Director
 

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OCTAVIO QUINTERO

(28/03/16)

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No hay crimen más bien organizado en Colombia que el de la salud. No es de recibo citar casos personales en argumentación de comentarios periodísticos. Pero ¿qué mejor referencia al caso que decir que llevo seis meses tratando de que mi EPS me acierte con un dolor en el hombro derecho que no se me quita?
 
Y el escenario es éste:
Primero, un médico general me ordenó una radiografía, y, por supuesto haga las colas y pague el bendito copago que por desgracia, como tengo una pensión que pasa por milímetros de los cinco salarios mínimo, el copago que me corresponde es el máximo que anda por los 30.000 pesos cada vez que me asomo a pedir cita o a reclamar acetaminofén o ibuprofeno que es lo usual en las recetas de los médicos generales.
 
Un paréntesis: si yo soy una persona de edad y el dolor no me provino de una caída o de un esfuerzo súbito, el sentido común le indica a cualquier sobandero que mi problema es de desgaste de lo que ahora sé que llaman “el manguito rotador”, por la edad.
 
Entonces, la pregunta sería: ¿Para qué el médico general me hacía perder tiempo y plata con una radiografía porque, para llegar a lo de la radiografía obviamente tenía que volver a hacer cola y pagar de nuevo el copago? Seguramente el médico general sabía que eso no me iba a ayudar en nada, pero él no podía ir más allá por la restricción que las EPS les ha establecido a los  médicos generales que los ha convertido en simples tramitadores de oficio, cosa que puede hacer con lujo de detalles una simple auxiliar de enfermería.
 
En efecto, la radiografía no mostró nada. Eso me lo anticiparon muchas personas que me dijeron “lo que usted necesita es una resonancia”… Pero eso, y ahora entiendo, no lo podía ordenar el médico general sino el ortopedista, es decir, el especialista.
 
Bueno, pasada esta etapa, logré finalmente que me hicieran la resonancia en Bogotá… Cuando digo “logré finalmente”, fue después de haber vuelto a hacer colas interminables de cuatro y más horas; después de encontrar la agenda disponible del especialista y, claro: después de volver a meterme la mano al dril para los benditos copagos.
 
Una vez, con el resultado de la resonancia, nuevamente cola, cita y copago con el ortopedista para que la viera a ver qué me decía. Y la vio. Dijo, “tiene dos ligamentos desgastados en el manguito rotador y eso solo es de operación”… Ah bueno, mándeme de operación, le dije. “No, yo no puedo tomar esa determinación”, me respondió. “Tiene que sacar cita con el cirujano a ver él que dice”, agregó.
 
Creo que ya adivinan los siguientes pasos que debo emprender: volver a hacer cola y copago; llegar en un momento en que no se encuentre uno con los fatídicos letreros que ponen a la entrada de esos sitios a donde uno va a sacar cita: “No hay agenda para”… tales y cuales cosas. Llamar por teléfono a la clínica de Bogotá a ver cuando me atiende el cirujano, viajar a la ciudad del caos y esperar, o mejor, seguir esperando a ver cuando por fin me tratan de un caso tan común a la edad de uno que cualquier médico general adivina en simple conversación con el paciente y que ya, en otro tiempo, cuando la salud era cosa de humanos, estaría resuelto.
 
¿Ustedes creen que en un país, cuya sociedad vive este drama en la salud porque, entenderán que mi caso no es único y que, por el contrario, así son en todo y para todos, se puede vivir en paz?
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Fin de folio: me animó a escribir lo anterior el editorial de El Tiempo del sábado 26: “LLEGÓ LA HORA DE CORREGIR”, que explica bien lo que nos está pasando, a mí y a usted y a todos nosotros.

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