PAZ O NO PAZ

PAZ O NO PAZ
 
A veces llegan cartas
De: Vicente Gustavo Parra OByrne
--
Apreciado Octavio, buenos días:
Después de leer el documento (“Negación de la evidencia: Uribe incita al rearme”), me hago la siguiente reflexión: no quiero ni creo ni me gustan los senadores tanto de un lado ni del otro; un senado pobre, lánguido y falto de conocimiento; polarizado, dejándose ir por fuera de su razón de ser.
Nuestra constitución nos da el derecho al voto, desafortunada o afortunadamente la votación del plebiscito dio un NO rotundo al acuerdo de paz, un NO, por mayorías, no porque seamos o no uribistas, sino por el acuerdo en su forma.
Creo profundamente en la Paz, pero en una paz acorde a nuestra constitución y las leyes, no amañada como la han desvirtuado desde hace ya más de un quinquenio, y su culmen, en la administración anterior, rodeada de mermelada etc. etc., que en otros países menos desarrollados que el nuestro, dice mucha gente, se ha llevado a la tumba expresidentes. Pero en Locombia lo vemos como un chiste.
No aplaudo la reacción pobre, ligera de fundamento, como lo mencioné anteriormente, de Uribe y su grupo, pero veo su insistencia en que la norma se la pasan por la faja, tanto unos como otros.
A mi humilde entender, esta anarquía en la que estamos, es en la que debemos de estar trabajando, porque los poderes del Estado están desvirtuados, corrompidos hasta los tuétanos y los de a pie, nos dejamos manejar, nos han vuelto pasivos, apáticos y como el vocablo popular cita, hasta “importaculistas”.
Mi querido Octavio, gracias por permitirme esta reflexión a través del diario que tan amablemente nos comunicas con compromiso de colombiano.
Fuerte abrazo,
Gustavo Parra
Sopó, C/ marca.
--
Respuesta
Hola, Gustavo:
Tengo a mi haber, como en el archivo consta, muchos editoriales criticando el proceso de paz Santos-Farc-Ep, por el atropello que en su momento consideré se hacía en distintas formas a la constitución: P.ej., la forma en que el Congreso suplantó la voluntad del pueblo en el plebiscito y el ‘fast track’ y, sobre todo, la velada forma en que convirtieron una comisión de negociadores en constituyente que nadie eligió. Pero una vez avaladas estos procedimientos por la propia Corte Constitucional, no queda más que reconocer “dura lex, sed lex”, más, en este caso en que se impone el supremo derecho inalienable a la paz. Porque, dígase lo que se diga, la desmovilización de la mayor parte de los combatientes de las Farc-Ep, es una ganancia democrática en cualquier escenario que se quiera discutir.
Yo, sinceramente creo que en el proceso de paz atravesamos un punto de no retorno; es decir, desbaratar los acuerdos para volver a empezar implicaría un costo superior a lo que se pueda arreglar en el largo y tortuoso camino de renegociar. Además, ¿con quién?: si ya los guerrilleros desmovilizados no están alzados en armas y los disidentes no quieren ni dan muestras de querer negociar, de momento.
Mi opinión, y recomendación a quien la quiera escuchar, es apoyar esos acuerdos en el entendido en que “lo mejor es enemigo de lo bueno”.
Ahora bien, en los acuerdos, no solo se pueden encontrar esos puntos discutibles de supuesta impunidad que alegan los del Gobierno hoy, sino unos puntos que pueden considerarse de restitución del Estado Social de Derecho, el mismo que se confeccionó en la constitución del 91 y que sucesivas reformas constitucionales, más de 40 en el corto plazo de 28 años, han ido desvirtuando los derechos estatuidos en pro de las clases menos favorecidas y en favor, por consiguiente, de los dueños del Poder político y económico.
Cada vez que repaso, por ejemplo, lo del punto primero sobre la “ley de tierras”, veo que por algo la derecha, vocera sempiterna de los terratenientes, quiere hacer trizas los acuerdos y, prueba fehaciente es el Plan Nacional de Desarrollo que intenta meter por la puerta de atrás el reconocimiento legal de todos los terrenos baldíos apropiados por los terratenientes a lo largo del conflicto.
Pudiera extenderme, pero de lo que se trata es de decirte a ti, y hacer extensivo a los internautas de la REDGES, que esos acuerdos, si bien no son inmodificables, intentar renegociarlos, sobre todo en sus partes sustanciales, ya avalados por la Corte Constitucional, los países garantes y toda la comunidad internacional representada en la ONU, hasta por el mismo papa Francisco, sería como intentar alienar 100 micos en una cristalería para una foto, sin exageración.
Ahora, decir en estos momentos que lo políticamente correcto es marginarse del debate, ni a un lado ni al otro, es clavar la cabeza en la arena. No podemos pasar neutrales frente a expresiones como la del expresidente Uribe de que prefiere ver a los guerrilleros armados… No asumir una posición, al menos de protesta contra el asesinato de líderes sociales, contra el asesinato de desmovilizados y contra el escalamiento del conflicto armado y el costo de vidas, eso sí, de lado y lado y de terceros en el medio, sería imperdonable, al menos, humanamente hablando.
No queda otra que tomar posición en pro o en contra de los acuerdos de paz. Yo estoy en pro, porque si en algún instante de la vida no doblamos la página de la violencia en Colombia, dejando atrás la memoria de lo ocurrido, lo más cercana a la verdad; con reparación a las víctimas, castigo a los victimarios, reconciliación y compromiso de no repetición, el futuro de las generaciones que se levantan y las venideras no será muy distinto a las que estamos menguando o quedaron 200 años atrás, para no salirnos de la República tras la independencia de España.
Saludos,
Octavio Quintero
--