LA IMPUNIDAD COMO MORTAJA
Maten y maten gente de todas las capas sociales, condiciones humanas y oficios y, como si nada pasara.
Crímenes que se califican de “políticos, económicos, venganzas personales, riñas o, simplemente, limpieza social”, se suceden con macabra frecuencia, y cuando a alguien se le ocurre hablar de alguna fuente de estos delitos, las Bacrim, por ejemplo, le caen encima tildándolo, poco menos que de “terrorista”.
Tal el caso reciente del alcalde Petro que se atrevió a decir que en los municipios vecinos a Bogotá se están organizando bandas criminales que operan contratadas por “autores intelectuales” para saldar cuentas de toda índole…
Desde el ministro de Gobierno hasta el Gobernador de Cundinamarca y los alcaldes de estos municipios, le cayeron encima a Petro, pero la realidad es que también siguen cayendo bajo diferentes consignas, cualquier humilde parroquiano o distinguido concejal, como el caso reciente de Gonzalo Rodríguez, en Tocancipá, o el de otro concejal hace pocas horas, Germán Cruz, en Gachancipá.
El único hilo que podría unir todos estos casos son esas bandas criminales, llámense como se quieran llamar (bacrim o sicarios), que han convertido el crimen en fuente de ingreso: matan por la paga, independientemente de quién pague o quién muera: nadie está exento.
Dependiendo de la “calidad” del muerto, ahí se hace bulla unos cuantos días y, luego… “Todo pasa y nada queda”…
Es la intolerancia unas veces, o son ajustes de cuentas... Pero otro hilo que se puede extender en este enlace de crímenes de toda índole, es la impunidad. No hay nada que más incite al delito que la alta posibilidad de que nada se descubra.
Y no se descubre nada por una simple razón: la insolidaridad… Fuera del “¡Ave María” inicial, todos creemos que en el último episodio, terminan las cosas; que no habrá caso siguiente, y menos que pueda ser uno mismo, o alguien más allegado.
Esa premonitoria advertencia de alguien que va mirando llegar la mano criminal a sus vecinos, sin decir nada, porque eso no era con él y, para cuando llegaron por él ya no había quien dijera nada, es lo más patético que nos ocurre en Colombia, un país que nunca supo ni sabrá quién mató a Mamatoco, y que además, al parecer, nada le importa.
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Fin de folio: Por decir cosas como ésta, también han matado periodistas, amortajados como todos los demás crímenes por la misma impunidad.