LA ÚNICA LEY DE PRENSA ES LA VERDAD

LA ÚNICA LEY DE PRENSA ES LA VERDAD

También la libertad de expresión tiene su día en el calendario de la ONU (03 de mayo), y tiene su ley: la verdad.


(Octavio Quintero, 03 de mayo del 2014)

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El negocio de la prensa no es comparable con ningún otro negocio. No es lo mismo hacer empanadas que hacer un periódico o poner al aire un noticiero radial, televisivo o digital.
Por tanto, cuando se habla de regular la prensa no puede tomarse como ejemplo la regulación estatal que se tenga en otros negocios, como el financiero, que puso como ejemplo recientemente el presidente
Correa, de Ecuador, al responder a críticas a su ley de prensa de la que se dice, “constituye un peligro para la libertad de expresión”.
Y ese es el quid: la libertad de expresión, más laxa que la liberad de empresa y bien distinta, porque la principal utilidad del negocio de la prensa es social y político; no económico: es su condición sine qua non.
El  negocio de la prensa tiene una variable que es la información, ésta sí que debe ser “veraz e imparcial”, se dice en todas las constituciones democráticas.
Importante esto último: la información, también llamada “noticia”, no puede tener tendencia partidista porque deja de ser noticia para convertirse en opinión. Es decir, la información debe fluir a los medios y llegar a los lectores en blanco y negro, y es la misma, bien sea en un gobierno de derecha que en uno de izquierda. Si escasean los alimentos por culpa de un verano, ese verano no es de izquierda o de derecha; si suben los precios, tampoco la información se debe presentar como culpa de la ideología dominante. Si una vez presentada la información, algún comentarista se le ocurre analizarla en sus consecuencias, es otra dimensión de la prensa: la opinión (o libertad de expresión y pensamiento) de que hablamos al principio.
Y si algún gobierno quisiera regular o intervenir ese aspecto de la libertad de prensa, resultaría un adefesio político porque tendría que cercenarse el pensamiento contrario al régimen, incurriéndose con ello en censura.
La única regulación que puede tener “el oficio más hermoso del mundo” es la que linda en lo penal con injuria y calumnia; esto sí, establecido universalmente como un delito.
Así llegamos al meollo del enfrentamiento que acusan hoy varios gobiernos latinoamericanos con la prensa, al emerger en esos países regímenes contrarios al poder consuetudinario.
Es hasta chistoso asistir hoy a reclamos de la vieja prensa sobre persecución y censura en términos que antes eran del vocabulario exclusivo de la izquierda. Claro, ellos son ahora la oposición que pretende seguir enhiesta en los dominios que antes le pertenecía en los gobiernos de derecha.
Su reclamo no es tanto porque hayan perdido su libertad de expresión sino porque han perdido el encanto del poder y las pingües utilidades de la publicidad que se le tenía reservada por los “favores recibidos”.
Olvidémonos de nuevos estatutos y regímenes especiales a la prensa. Solo con hacer aplicables imparcialmente el delito de injuria y calumnia es suficiente, tanto si proviene de la derecha como de la izquierda.