LA COMEDIA ELECTORAL

LA COMEDIA ELECTORAL

Las ridiculeces que estamos viendo alrededor de la campaña reeleccionista de un presidente que confesó públicamente no ser amigo de la reelección, pero que aspira a la reelección, es patética por cuanto encierra todo el drama de nuestra realidad política.

Colombia perdió la dimensión de la política como plataforma democrática y la dejó como instrumento de conquista del poder por el poder mismo, en cuya lucha se despliegan grotescas alianzas entre proyectos antagónicos como el caudillista de la U con el socialdemócrata liberal; o esa otra nebulosa que no encuentra forma entre los falsos “Verdes” y los sedicentes “Progresistas”.

En el intríngulis de la comedia presidencial se resucita una respetable sobreviviente del genocidio de la UP que hacía 20 años estaba fuera del país (Aida Avello), o se le ruega a Ingrid Betancourt, otra sobreviviente de inhumano secuestro, que siempre ha vivido fuera del país y de sí misma.

Ese país político que busca respuestas a su crisis en figuras enajenadas por su propia circunstancia, desdeña figuras femeninas que encarnan en sí mismas la razón de ser de una verdadera lucha democrática: Piedad Córdoba y Clara López.

En el escenario de la presente campaña electoral se aprecia también a un expresidente que apeló a todas las formas de lucha para alcanzar el poder quejándose de soportar ahora a la intemperie la tempestad por él mismo provocada; y otro expresidente intentando abrirse cupo en la historia con “memorias olvidadas” que otro expresidente las califica más bien de “inventadas”.

Ni hablar de los títeres a bordo de esta nave que ya ni cautivan ni divierten: Oscariván reciclando epítetos manidos por Uribe y el  ministro de Defensa;  Lucho vaciando a Uribe (pa’variar); Angelino, ‘Pater Noster’ de imposibles y Antanas sin discurso porque a todo el mundo le dio ahora por mostrar el culo.

En el fragor de la lucha están los delfines de todas las pelambres: unos asomándose a ver si los llaman; otros –ya en escena— sacando las uñas para postergar en las actuales y futuras generaciones la comedia de sus padres (algunas trágicas) que ya vivimos los de ayer y nuestros antepasados; y muchos- muchos, escondidos en las listas de Cámara y Senado como herederos de caudales políticos (y económicos) mal habidos.

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Fin de folio/ El padre Karol Wojtyla (futuro Juan Pablo II) consolaba a los católicos polacos bajo el yugo comunista diciéndoles: “no se preocupen, se van a aniquilar a sí mismos”// “Su Santidad”, de Carl Bernstein y Marco Politi, citado por “La mentira organizada”, de Octavio Quintero, pag. 237.