JAIME LUSTGARTEN

Quisiera...

 ... a veces uno que Colombia fuera un país diferente. Lo digo por el reciente escándalo de las Chuzadas, ahora de  don Juan Manuel Santos. Pero que va,  ya nadie se escandaliza en este país y parece ser algo normal. Ve uno tanta corrupción e inmoralidad que hablar de mermelada,  chuzadas e  inseguridad es algo recurrente.

 
Que puede esperarse cuando quienes ostentan u ostentaron el poder no responden ante nadie, ni siquiera antes sus propios  electores y mucho menos ante la justicia. Por eso pienso que no siempre es mejor malo conocido que bueno por conocer. Lo digo sea por pensar en la reelección o en nuestro sistema político.  
 
Las políticas neoliberales están en entredicho e invitan a la prevención.  No se trata de ir en contra del comercio internacional o los tratados de libre comercio, sino poder proteger nuestro país por la fragilidad de su sistema político y por la debilidad de nuestra economía.  Lo anterior es evidente cuando nuestras instituciones democráticas pierden su compostura y no cumplen con sus tareas constitucionales. Es que además en este país donde la constitución es norma de normas se la pasan por la faja.  Hay varias reformas necesarias en las que debemos pensar seriamente: la primera para reformar  el sistema electoral, cosa que sea digno y funcione adecuadamente y proteja la transparencia y efectividad de las elecciones.
 
Otra reforma para mejorar y tener mayores controles en la contratación pública.  Pero hay que pensar en una tercera reforma concertada con los partidos políticos y el pueblo colombiano, para que la justicia sea un verdadero poder independiente. Tenemos  tres poderes que se suponen lo son: el ejecutivo,  legislativo y el poder judicial. Entre ellos se pisan constantemente las mangueras como decimos en el argot popular.
 
El poder del ejecutivo es tan inmenso en Colombia que ha reforzado el centralismo y disminuido el poder real del órgano legislativo. Las regiones más débiles sucumben ante el poder económico de las más fuertes. Y el poder del sistema judicial esta tan comprometido con el sistema político y legislativo como lo está inmerso en la misma corrupción. Siendo las cosas así,  ¿qué cambios pueden esperarse que sirvan para regular el desorden institucional y proteger realmente nuestra frágil democracia?
 
Pienso que la posibilidad de reelecciones en vez de aportar beneficios democráticos lo que hace es abrir ventanas a la corrupción.
 
 Necesitamos partidos políticos con nuevas reglas de juego, y  que se permitan partidos minoritarios que den representación no solo a las negritudes o los indígenas, sino a pequeños grupos políticos que representen hasta un mínimo del 1% del total de los electores.  La única manera como pueden nacer grandes partidos políticos es permitiendo la subsistencia de los pequeños.