HABEMUS PLEBISCITO

HABEMUS PLEBISCITO

 

Opinión Octavio Quintero/El Satélite

(09/07/16)

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La encuesta de Ipsos Napoleón Franco sobre los resultados probables del plebiscito por la paz, si la votación se hiciera hoy, el SÍ por la refrendación ganaría con el 36 por ciento. En tales circunstancias, el plebiscito sería válido, siempre y cuando la participación alcanzara por lo menos el 37 por ciento del censo electoral.
 
Las cuentas son claras: Según el último dato de la Registraduría Nacional, el potencial electoral del país bordea los 34 millones. Es decir, el 37 por ciento de participación alcanzaría un total de 12’580.000 votos, nada difícil si se tiene en cuenta que en la última jornada electoral: la de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales, se registraron 17 millones, con una participación del 60 por ciento.
 
De acuerdo con la ley aprobada por el Congreso, el umbral para que el plebiscito sea válido debe ser del 13 por ciento del potencial electoral. Ese 13 por ciento de 34 millones es 4’420.000 votos + 1. Es decir, con 4’420.001 pasaría el umbral el plebiscito por la paz.
 
Ahora bien, según la encuesta de Ipsos, la votación del plebiscito sería del 36 por ciento a favor y 25 por ciento en contra. Sobre una participación mínima del 37 por ciento sobre 34 millones de electores, serían 12’580.000 electores, casi cinco millones menos de los que salieron a las elecciones territoriales en el 2015. Si el 36 por ciento de esa votación lo alcanza el SÍ por el plebiscito, el resultado a favor sería de 4’528.800 que, por sí solo, superaría el 13 por ciento del umbral tomado sobre 34 millones de electores que vendrían a ser, como se apuntó arriba, de 4’420.000.
 
Así que, para tranquilidad del gobierno, el plebiscito por la paz no corre ningún riesgo de ser negado, no si se mantiene la tendencia al alza por el SÍ reflejada en la encuesta de Ipsos.
 
Uno pudiera aventurar que esa tendencia de 36 a 25 se va a mantener, pues, parece obvio que las fuerzas del Sí y el No ya la echaron toda. El único riesgo es que se aumente la abstención, lo que podría darse por saturación de la polaridad, es decir, que entre uno y otro bando se diera tal discusión, tipo bizantina, que la gente optara por dar un paso al costado como diciendo, “yo en eso no me meto”. Pero por mucho que se jalen de las mechas uribistas y santistas, no se vislumbra tampoco la posibilidad de que una abstención alcance el histórico 63 por ciento, un imposible para tema de tanta monta, como la paz.
 
Tal vez lo que tiene confundido a algunos analistas es la baja popularidad del presidente Santos, del 32 por ciento, según las últimas encuestas. Pero la magistral jugada política de Santos es que ha logrado deslindar su innegable mal gobierno de la necesidad imperiosa de la paz. Contrario a toda consulta popular que el gobierno de turno abra en cualquier lugar del mundo democrático, lo que entra en juego, no solo es el resultado en sí de la consulta, sino el prestigio mismo del gobierno. Por eso fue que el primer ministro británico, David Cameron, tuvo que renunciar al perder el Brexit. En nuestro caso no: no está en juego el prestigio de Santos (ese ya lo perdió hace rato), sino el prestigio mismo de la sociedad colombiana mediante el dilema de si quiere la paz o la guerra. Eso es lo que se le ha vendido y, obviamente, la pregunta lógica sería: ¿Quién es que no quiere la paz en vez de la guerra?
 
Ahora, y por eso se dice, que la paz ha quedado en manos de la Corte Constitucional. Para dar el paso, se requieren 5 magistrados que aprueben la ponencia favorable de su colega Vargas Silva. Los medios lograron saber, y así lo han publicado, que los togados María Victoria Calle, Alejandro Linares, Jorge Iván Palacio y Alberto Rojas, obviamente junto al ponente, estarían a favor. La decisión final se espera en lo que resta de este mes de julio.