Quizás, si tuviéramos la certeza de que existe el infierno, pudiéramos mandar al diablo a los corruptos, de quienes el Papa Francisco, en uno de sus primeros mensajes que marcó el talante de su pontificado, dijo que eran el anticristo.
¡No hay nada qué hacer! Creíamos haber llegado al fondo con eso del “Carrusel” en Bogotá, sinónimo de todos los carruseles en todas las ciudades y poblaciones del país: Medellín, Cali, Barranquilla, Tocancipá e intermedias, abrasadas por la corrupción, cuando se destapa esa olla del Ejército que, seguramente, también tiene su extensión a la Policía Nacional.
Mientras tengamos que seguir luchando contra estos anticristos desde el más acá, lleno de flaquezas humanas, cobran importancia y merecen aplausos, esfuerzos continuados como los de Transparencia por Colombia en su lucha por conformar una masa crítica anticorrupción que pueda volver a alzar la “vox Populli” como “vox Dei”.
Y ahí está el problema, porque podría darse que buena parte de la gente que en las encuestas de Transparencia por Colombia sientan su voz de protesta contra la corrupción, son corruptos ellos mismos, de esos ‘fenómenos’ capaces de pensar y decir dos cosas diferentes; o ‘condenan’ la corrupción porque todavía no han llegado a su precio por aquello también, ‘muy humano’ de que “lo malo de las roscas es no estar en ellas”.
Esto no es pesimismo, y de hecho, nada alegraría tanto el espíritu como ver que Transparencia avanza en su lucha, pero las cifras confrontadas con la realidad, son tozudas: En su mismo informe del 2013, se puede leer…
· Aumenta la percepción de corrupción en Colombia.
· La corrupción es un problema grave en el sector público.
· Políticos y servidores públicos percibidos como “muy corruptos”.
¿Qué tal, por citar un debate que va camino de quedar en tablas, el del Fiscal General de la Nación contra la Contralora General de la República, ambos acusándose e investigándose de corruptos y, como solución, el propio Presidente de la República aconsejando no discutir eso en público, porque, como dice el docto vulgo, “la ropa sucia se lava en casa”?
¿Y qué tal ese otro argumento de que el corrupto no tiene moral para acusar a otro corrupto con lo que hacen más larga y flexible la cobija con que se tapan unos a otros?
Pasando por encima de estas reflexiones, o mejor, viendo a ver cómo podrían resolverse, Transparencia por Colombia sigue adelante con sus seminarios que los interesados pueden desplegar en el siguiente enlace que les proporciona…
La misión de los medios de comunicación social no es la de ser pregoneros del gobierno de turno sino críticos de su gestión y auténticos voceros de la opinión popular que resulta ser la más indefensa del poder establecido
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