ARMANDO CARDONA (Espionaje en el periodismo)

El espionaje ha tocado las entrañas del periodismo colombiano, con lo sucedido en la Dirección del  noticiero de Teleantioquia, cuyo director, Juan Pablo  Barrientos, renunció porque se filtró la intimidad de lo expresado por él en una reunión con sus dirigidos.

Por las características de los hechos conocidos, alguien grabó lo que se dijo en dicha reunión, en la cual, el mismo director lo acepta, emitió términos desobligantes  contra miembros de la Asamblea Departamental de Antioquia, poco afecta al gobernador, nominador de quien dirige el Canal regional, y a su turno, quien nombra al Director del noticiero.

Lo más grave, a nuestro modo de ver, es la divulgación de lo sucedido en dicha sesión noticiosa, porque según las primeras conclusiones, alguien partícipe  de la misma, fue quien pudo haber gravado su desarrollo y  luego entregarla a miembros de la Duma Departamental,  uno de cuyos miembros se quejó ante las directivas del canal.

Aunque los términos empleados para  referirse a miembros de la Duma, y de paso, según la grabación de la discordia,  denigrar de amigos de estos,  no son apropiados, lo es más la deslealtad de quien facilitó la grabación de lo sucedido en dicha reunión, o la inseguridad de la sala de reuniones en donde, puede suponerse que alguien, desde un escondite estratégico lo hizo, o peor sería, la ubicación de algún artilugio electrónico.

Para nosotros el espionaje es de carne y hueso, como lo sugiere Ignacio Gómez, presidente de la Fundación para la Libertad de Prensa, quien dijo este sábado en El Colombiano que “es la primera vez que un reportero, todavía anónimo, viola la libertad de expresión, grabando a un colega”.

Grave la afirmación, porque ya hay una sospecha directa y  porque, seguramente, quien lo hizo se quiso parecer al norteamericano Edward Smowden, perseguido por ese país en todo el mundo nada menos que por espionaje, o por revelar secretos de estado.

Nota desagradable para los periodistas, quienes ya no podrán  confiar, como dice el refranero, ni en su propia sombra; o para recordar también  al novelista, Maurice Druon, quien en su libro, El Rey de Hierro (Felipe el Hermoso), de Francia, dijo que “vale más un espía dentro que un ejército fuera”.

Por ahora, los diputados, blanco de las expresiones del periodista Barrientos, ganan la puja, porque lograron la renuncia, pero todos quedamos a la espera de conocer el personaje encubierto que desató el escándalo.