CAMPAÑA DE AGRAVIOS

 

La campaña electoral del 2014 en Colombia ha comenzado a punta de agravios personales que finalmente terminan en la calle con la gente agarrada de las mechas por cualquier cosa: unas vallas, por ejemplo.

Así que, si hoy a alguien en Colombia se le ocurriera preguntar por qué prefiere a Pachito Santos como Presidente, es muy probable que su referencia inmediata fuera la subliminal valla en la que ataca el proceso de paz que se adelanta con las Farc, comparando a Márquez con Pablo Escobar… Y si otro alguien no compartiera esa comparación, otra valla, no menos subliminal, sería su referencia: la que publica las Farc en las redes sociales comparando a Pachito con Mancuso.

Y el Consejo Electoral le ha dado rienda suelta a esas vallas con una tesis muy peregrina: las vallas de Santos no son de propaganda política sino de proselitismo (¿?), quedando de paso bautizadas las de las Farc que, sin alcanzar ningún acuerdo de paz hasta el momento ya entró en campaña.

Como nos estamos centrando en el Vice de Uribe como el más probable candidato presidencial del movimiento político, Puro Centro Democrático, la razón que nos debiera mover ahora para tomar una decisión racional debiera ser sus ejecutorias como Vicepresidente.

¿Alguien, sin mucho esfuerzo mental, podría responder qué hizo; por qué se destacó; qué quedó de su paso por tan alto cargo público que amerite, ya no elegirlo como Vice sino como Pre?

Eso es precisamente lo que se quiere esconder tras las vallas, el debate serio sobre su idoneidad como eventual Presidente de Colombia.

Y por ese camino vamos a elegir nuevo Presidente en el 2014, con la misma emoción patriótica con que venimos eligiendo (o nos eligen) presidentes en Colombia en los últimos 40 años, desde Misael Pastrana (1970-1974), en adelante:

López fue una masturbación política de la izquierda; Turbay, la oportunidad frustrada de la clase emergente; Belisario, el “Sí se puede” que nunca se pudo; Barco, el “¿Si no es Barco, quién?”; Gaviria, la proclamación de un huérfano; Samper, el montaje de un proceso que atajó su prometida revisión neoliberal; Pastrana, el abrazo del oso; Uribe, el exterminio de las Farc; Santos, la continuación del exterminio… Y ahí vamos.

Y en ese lapso, la decadencia es brutal:

1. Los partidos políticos se diluyeron en grupúsculos de poder formal e informal que cualquiera puede identificar al rompe en el Congreso.

2. La subversión se desideologizó.

3. La asociación para delinquir alcanzó estatutos de brazo armado alterno de las Fuerzas Armadas y de Policía y…

4. El Estado entregó sus principales funciones sociales a manos de la empresa privada.

Problemas profundos como estos debiéramos estar discutiendo en el abrebocas de la campaña del 2014, viendo a ver cuál sería el candidato capaz de ponerle el cascabel al gato, antes que andar atizando incendios polarizando pasiones.