El Tío tenía razón

 

Se le atribuye al expresidente Santos haber dicho que las verdaderas revoluciones no son las que desatan ríos de sangre, sino las que cambian la mentalidad de la gente.

El axioma resulta patético en el marco de las negociaciones que su sobrino-nieto, Juan Manuel Santos, adelanta en torno a un nuevo intento de paz en Colombia por la vía del diálogo con las FARC, principal grupo alzado en armas.

De entrada, la frase del expresidente se le puede colgar a las Farc, persistentes en una revolución armada que ya no tiene recibo en lo que pudiera llamarse “democracia moderna”, esa que se ha ido armando de novedosos elementos jurídicos (Derechos Humanos, Derecho Internacional Humanitario, Participación Ciudadana y Democracia Participativa) al alcance de todos, para lograr los cambios que antes solo parecían posible por las armas.

Pero, parodiando al expresidente, también pudiera decirse que los mejores gobiernos no son aquellos que desatan ríos de sangre en nombre de la Paz, sino los que cambian la mentalidad de la gente, empezando por aquellos que le son más afines y cercanos.

Para nadie es un secreto que el presidente Santos está rodeado de halcones  por dentro y por fuera. Él mismo fue un halcón de alto vuelo en el gobierno anterior y su distanciamiento actual de ese gobierno se debe, precisamente, a que dejó echar vuelo a su paloma de paz.

Los viejos mejores amigos de Santos, bajo fundamentalismos también pasados de moda,  no le perdonan su acercamiento a nuevos mejores amigos. Esos viejos amigos siguen creyendo que el  enemigo de mi amigo es mi enemigo, o también, en aquello de que, el que no está conmigo está contra mí.

De la misma forma, los viejos mejores amigos de la guerrilla no le perdonan su acercamiento a nuevos mejores amigos: el narcotráfico. Y ya no saben bien si persisten en la vía de las armas en defensa de unos ideales, o en defensa de unos pingues negocios; si secuestran a los ricos para financiar su lucha o financiar sus arcas.

En esas dos turbulentas corrientes avanza el nuevo proceso de paz. Y la frase del expresidente Santos retumba de nuevo, advirtiendo a tirios troyanos que los ríos de sangre no son caminos de paz, sino el cambio de mentalidad que permita acuerdos sin reservas mentales capaces de desatar de nuevo la guerra en el futuro siguiente.

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Fin de folio: “Cualquier tratado de paz termina con las causas de una guerra futura, aun las que quienes negocian no sospechen o las que puedan descubrirse al revisar los documentos”: Kant, en La Paz Perpetua.