EL POLO EN CUIDADOS INTENSIVOS

EL POLO EN CUIDADOS INTENSIVOS

DE CARAMBOLA, VINO A SER EL GRAN PERDEDOR DEL RECIENTE DEBATE PRESIDENCIAL

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Octavio Quintero (22 de junio del 2014)

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El partido político más golpeado en Colombia al cabo de la campaña presidencial del 15 de junio no fue el derechista perdedor Centro Democrático con su candidato Oscar Iván Zuluaga, sino el izquierdoso Polo Democrático con el controvertido apoyo de su presidenta, Clara López, a la reelección de Santos.
El colombiano más visible de la oposición al régimen político, económico y social imperante en este país es el senador del Polo, Jorge Enrique Robledo, cuya imagen aún está sometida a un “matoneo” por haber pregonado el voto en blanco en la pasada elección presidencial, como rechazo a las dos opciones que pasaron a segunda vuelta: Santos/Zuluaga.
El aguerrido parlamentario no disimula que al interior del Polo se vive un momento dramático por la controvertida forma en que la actual presidenta de esa colectividad, Clara López, apoyó la reelección.
En declaraciones a El Espectador (22 de junio), Robledo admite que se está adelantando un debate “sobre lo que pasó” e insiste en que la forma del apoyo de Clara a Santos “cayó muy mal”…
En ese mismo sentido se conoció recientemente (19 de junio) una carta del Comité Ejecutivo Nacional dirigida a la excandidata presidencial en la que le desautoriza declaraciones públicas (…) “tales como: las formas que debe tomar la oposición a Santos; la participación del Polo en el llamado Frente Amplio por la Paz; la prolongación que le ha dado al acuerdo con la Unión Patriótica para la fórmula vicepresidencial en las elecciones del 25 de mayo; el anuncio de convocatoria del IV Congreso Nacional del Partido, entre otros pronunciamientos que tienen que ver con el comportamiento futuro del Polo”.
Pero a su vez, la presidenta se defiende mostrando el apoyo personal recibido de alguna dirigencia regional, y los mismos medios proclives al gobierno de Santos le han aplaudido su posición diciendo que supo leer correctamente la coyuntura política en que se debatió la elección presidencial: “el fin de la guerra o la guerra sin fin”…
Se vislumbraba, una vez terminada la primera vuelta el 25 de mayo, que una de las posiciones más críticas iba a ser la del Polo, único partido claramente de oposición al régimen, pues, que los otros contendores como el conservatismo y la Alianza Verde, no tendrían problemas en llegar a alguna de las dos campañas triunfantes por sus afinidades ideológicas con uno u otro de los candidatos…
Pero, que finalmente se metiera al Polo en semejante berenjenal, al punto de quedar como el responsable directo de que el controvertido expresidente Uribe pudiera volver al trono, si no apoyaba abiertamente la reelección de Santos en segunda vuelta, nadie lo previó.
Y en esa encrucijada fue que se dio la decisión de Clara López de apoyar a Santos, valiéndose de la libertad de voto que proclamó su partido como solución a la disyuntiva. Se pensó que la presidenta llegaba sola, pero no: una buena parte de la dirigencia regional la apoyó, y ni se diga de la retórica periodística que a su alrededor se armó “alegrándole el oído”, al punto de considerarse hoy en día la carta política más firme en la disputa por la Alcaldía de Bogotá el año entrante.
No es una escisión más que pueda sufrir el Polo en esta ocasión: podría ser el fin del fin de una amalgama de movimientos de izquierda que se armó en el año 2000 como alternación de poder, con rutilantes figuras del momento que hoy andan extraviados en otros partidos, o retirados o purgando cárcel como el exalcalde de la capital, Samuel Moreno.
Por eso, el debate interno del momento requiere de fina filigrana. La purga de la presidenta, como muchos quisieran como castigo a su “osadía” política, sería tanto como amputarle la pata a un cojo, pues, si bien ahí quedaría el emblemático senador Robledo como el último mohicano, el Polo dejaría de ser esa amalgama de matices que fue lo que lo fortaleció en el pasado para quedar convertido en una clara izquierda de extrema, de reducida cauda política.
 Y si se pasa la página con alguna diplomacia, la desconfianza y los resquemores persistirán porque, si algo dura más que una bata de baño, son esas diferencias políticas que se entreguardan unos a otros a ver cuando se las cobran.