EL FANTASMA DE SANDERS

 

Redacción El Satélite/Análisis político USA

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En vísperas de la elección presidencial en Estados Unidos, los colombianos tenemos bien claro por quien habría que votar en caso de que pudiéramos hacerlo, pues, desde la reelección de Santos en el 2014, nunca antes nos había quedado tan claro el principio de que entre dos males, el mal menor.
 
Los medios de comunicación, principales orientadores de la opinión pública allá, aquí y en todas partes, han creado alrededor de Donald Trump una posibilidad azarosa. La señora Clinton no es propiamente la Estrella de Oriente pero es, de lejos, algo más luminosa que Trump, según los mismos medios. Por tanto, los gringos, campeones del pragmatismo, la tienen clara: el mal menor de ellos en las elecciones de noviembre llama Hilary Clinton: póngale la firma.
 
Un análisis sociológico hecho alrededor de las medallas olímpicas  intenta demostrar que se siente más contento el que gana bronce que quien gana plata porque, al no haber podido disputar el primer lugar queda bastante satisfecho con haberse podido colar al podio de los elegidos, en tanto que el de plata lo que siente es una inmensa frustración de haber perdido el oro.
 
Con respecto a los seguidores de Sanders, debe estarse presentando algo parecido: muchos quizás estén bastante frustrados con su “medalla de plata”, detrás de Hilary. Pero, hacia la sociedad más necesitada, la entrada de Sanders al pódium de los elegidos, en un régimen partidista tan cerrado entre demócratas y republicanos, viene a ser un valioso bronce que nos indica que algo nuevo se cocina dentro de la estructura política del imperio.
 
La inmensa mayoría de la población estadounidense es clase trabajadora: trabaja por un salario  para sobrevivir. El pequeño porcentaje de los de arriba es la clase capitalista: el 1% poseedor de una riqueza igual a la que tiene el 99% restante de la población. Ese 1% no solo es dueño de las grandes corporaciones privadas sino de los tradicionales partidos políticos: Demócratas y Republicanos, y el tejemaneje ha sido que cuando uno de ellos queda desacreditado se recurre al otro. La clase trabajadora de EEUU, en cambio, no tiene partido político propio que represente sus intereses.
 
Lo nuevo que deja esta campaña próxima a finalizar, es un partido demócrata obligado a correrse un poco del centro a la izquierda si quiere neutralizar el impulso de esa ola de denuncias y protesta social que levantó Sanders con su triunfo en 22 estados y más de 11 millones de votos,  que fácilmente pudieran constituirse en el tercer partido de Estados Unidos: el partido de los trabajadores… Soñar no cuesta nada, ¿o sí?