EL ESTADO CONTRA LA SOCIEDAD

Jorge Iván Cuervo R.

(Su columna en El Espectador.com)

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El Estado moderno es una estructura política y jurídica que garantiza la convivencia y el ejercicio de los derechos por parte de los ciudadanos. La razón del Estado entonces es la protección de la sociedad, y ese es el fundamento de su legitimidad.

En el contexto de la democracia, a la conducción del Estado deben llegar personas que son elegidas y que nos representan a todos. Su función es velar porque esos mínimos de convivencia y bienestar se cumplan. Es una fórmula sencilla y poderosa. Todos los poderes públicos se deben a esa labor que, en el caso colombiano, está bien definida en el artículo segundo de la Constitución Política.

La ficción del contrato social describe la modernidad política y subyace a este arreglo institucional. En la última década, en todo el mundo este modelo viene dando señales de agotamiento en el contexto de la globalización, toda vez que la soberanía, la fuerza interior que define al Estado, es insuficiente para asegurar el orden político amenazado desde afuera y desde adentro.

El signo de mayor descontento por parte de los ciudadanos radica en que los intermediarios entre el Estado y la sociedad, los partidos políticos, el sistema político, se ha extraviado de la defensa del interés general y el espacio democrático republicano dejó de ser el escenario ideal para su defensa. En general, los políticos ya no representan a los ciudadanos y se las han arreglado para transformar al Estado en una estructura en favor de intereses particulares. Así, el Estado dejó de proveer bienes públicos y de ser garante del bienestar general.

El Estado hoy está al servicio de los políticos y no de los ciudadanos, y por la vía de los políticos, de intereses comerciales y corporativos. Esta anomalía fundamental está siendo enfrentada en todo el mundo con levantamientos populares. Desde la primavera árabe, hasta las revueltas en Brasil, y todo el movimiento de indignados que va desde España, a Chile y Estados Unidos.

La pregunta es por qué en Colombia no pasa nada, cuando hay suficiente evidencia de que el Estado ha sido ocupado por los políticos y la propia burocracia para su beneficio y el de los grupos de interés que representan. No es sino ver el tipo de leyes que aprueba el Congreso, como la que condiciona la garantía de los derechos fundamentales al equilibrio fiscal; o la actuación del Procurador privilegiando una convicción moral y religiosa para hostilizar a minorías y mujeres respecto de su autonomía moral a interrumpir un embarazo; o a magistrados de las altas cortes tergiversando el principio de autonomía judicial en favor de sus intereses y El Estado contra la sociedad -en contravía de la defensa del interés general.

Las protestas del Catatumbo por un modelo alternativo de desarrollo al de la coca, y la forma como el gobierno las ha enfrentado, reprimiéndolas y estigmatizándolas, un discurso que todos los gobiernos usan de manera sistemática, son una señal de cómo se tramita el inconformismo social en el país.

El día en que los ciudadanos entiendan que la soberanía reside en el pueblo, y que de éste se nutren los poderes públicos, las cosas cambiarán para siempre. Por ahora, nuestra primavera no pasa de twitter.