EL CAMBIO ES DE SANGRE
Hay que detener la caída en picada –barranca abajo—de la Corte Constitucional
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Carlos Villalba Bustillo
(Vía RESES –Red Social El Satélite)
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Quienes carecen de méritos para ocupar altos destinos suelen llegar a ellos a través de la intriga y los saltos de trapecio. Suplen el talento y los conocimientos adueñándose de las antesalas como avivatos duchos y, a base de ofertas y componendas, colarse por las trochas del clientelismo. Hasta hace poco, la Rama Judicial escapó a los tentáculos de esta fauna de oportunistas, pero le llegó la hora de descarrilarse y alcanzó retrocesos inéditos a lo largo de dos siglos de logros y realizaciones.
Pero nada tan grave e inusitado como el capítulo de la reciente tragicomedia de nuestra Corte Constitucional. La energía negativa de su antimagistrado, el señor JORGE PRETELT CHALJUB, la condujo a un descalabro que no le dejó un solo cristal sano a la urna en que la transformaron sus primeros magistrados, que no llegaron a su nómina para tasar las sentencias como yardas de gloria y otomana o como cacharros de plástico y hojalata.
Haber confundido la dimensión de la Corte Constitucional con un concejo municipal de aldea fue, aparte de una ruindad de inconfundible mentalidad provinciana, una bomba de tiempo que la deslegitimó. Lo peor es que cada día le salen y le saldrán más llagas a la llagosa, pues al saberse que había un muestrario subrepticio de milagros judiciales llegaban los peregrinos con bordón, esclavina y tula en busca de San Jorge, incluyendo ministros y gobernadores.
No busquemos en las normas aprobadas a pupitrazo limpio, como el acto legislativo sobre el equilibrio de poderes, la solución de una crisis que no es de instituciones, sino corolario de la postración de dobleces humanas que distorsionan la misión de las magistraturas. Los responsables no son el Consejo Superior de la Judicatura y la Corte Constitucional. Son los Villarragas, los Claros, las Garzones y los Preteles. Nada les dio vergüenza ni miedo. ¡Daguerrotipos testarudos!
Hay que depurar el poder de nominación, mirando más a las calidades de los candidatos a magistrados y jueces que al lleno de los requisitos para nombrarlos, si queremos rescatar la dignidad de una Justicia que requiere servidores que la administren horadamente, no verdugos que la explotan torticeramente. Nunca lo conseguiremos cambiando una Sala Administrativa por un Consejo de Gobierno Judicial, ni con presidentes infiltrando en una Corte palafreneros de saco y corbata. Lo conseguiremos con sangre inmune a la contaminación.
El presidente de la República, el ministro de Justicia, los presidentes de las Cortes, el fiscal, Excelencia en la Justicia, las facultades de derecho, la Academia Colombiana de Jurisprudencia y los juristas más eminentes del país tendrán que sentarse a buscar fórmulas que nos resuciten una Justicia descaecida por el oleaje de delito y cinismo que la destruyó a pedazos. Mientras haya magistrados que extravíen hasta el sentido del ridículo, como lo hemos visto en los últimos días, no le hallaremos remedio a una factoría de obscenidades que tiene gerente y accionistas conocidos.
Todos los jerarcas mencionados anteriormente tienen el reto de demostrar que la Justicia no está en un callejón sin salida y que ninguno de ellos está arrinconado por ochenta o cien ovejas negras del órgano del poder más necesitado de grandeza. Sáquenla del barranco donde la tiraron los daguerrotipos testarudos y súbanla a una cuesta de selección y probidad para que confiemos, como decía don Antonio Machado, en que no será verdad nada de lo que sabemos.