Dónde estaban las autoridades

Si los medios de comunicación no se ponen a hacer bulla, los señores
de la Drummond seguirían tan campantes como siempre.

Nadie habría dicho nada sobre el carbón arrojado en aguas del puerto
de Ciénaga y nadie se habría preocupado por los estragos que deja la
manipulación del mineral en esa zona del país. Seguiríamos como si
nada.
¿Dónde estaba la capitanía de puerto para investigar lo ocurrido?
¿Dónde están los supervisores de la Agencia Nacional de Licencias
Ambientales certificando que el transporte de carbón se haga según la
autorización entregada? ¿A qué se dedica la corporación autónoma
regional en esa zona del país?
El incidente de la barcaza de la Drummond deja en claro varios
elementos para entender cómo funcionan las explotaciones mineras en
Colombia.
En primer lugar: nadie supervisa nada. De lo contrario resulta
impensable que hayan pasado más de 15 días para que alguien se
atreviera a investigar sobre la manera como se lanzó al mar el carbón
que hundía a la barcaza. De hecho, si no aparecen las cinco fotos que
dan fe de lo acontecido, seguramente la empresa minera seguiría
afirmando que lo que sacaron de la embarcación fue agua y no carbón,
como lo señaló en el primer reporte que rindió a la capitanía de
puerto.
Y ahí viene nuestra segunda lección: las empresas mineras hacen lo que
quieren mientras nadie las observa. ¿De qué otra forma se puede
interpretar el silencio de Drummond ante el atentado ecológico que
cometió? No estoy pidiendo que se echen la culpa, pero al menos que
tengan el valor de asumir su responsabilidad sobre lo ocurrido y no
salgan con comunicados insulsos a decir que lanzar carbón por la borda
es algo de lo más normal y que todo el mundo lo hace a lo largo y
ancho del planeta.
Tercera lección: ante la desidia de los entes encargados de la
supervisión y vigilancia, así como la irresponsabilidad de las
empresas dedicadas a la explotación de los recursos
minero-energéticos, no tocó a todos convertirnos en veedores del
quehacer minero en el país. Tendremos que armarnos de cámaras y
grabadoras para dar cuenta de cómo el afán minero pasa por encima de
cualquier consideración con el medio ambiente.
Ya lo saben, amigos del piedemonte llanero. Ahí les dejo la tarea,
habitantes del sur del Cesar. Espero que entiendan esto, vecinos de
Cajamarca. Ustedes son los únicos que pueden mostrar al país las
heridas abiertas de la minería; dejarnos ver las imágenes de la
devastación de las exploraciones petroleras, de los infinitos cráteres
de las minas de carbón, de las aguas muertas que salen de las minas de
oro.
Aparentemente sólo con esas imágenes las indolentes oficinas que
deberían proteger el medioambiente se dan cuenta de aquello que para
nosotros los mortales es evidente.

-

El Espectador/Juan Pablo Calvas

Foto/El Tiempo/Archivo particular