DIGA LO QUE QUIERA, PERO NO AQUÍ

DIGA LO QUE QUIERA, PERO NO AQUÍ

 

TODOS TENEMOS LIBERTAD INDIVIDUAL DE EXPRESIÓN Y DE CENSURA. NADIE ESTA OBLIGADO A DIVULGAR LO QUE NO COMPARTE

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Octavio Quintero (Diciembre del 2014)

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Ciertos periodistas escalan la cúspide de la opinión pública y desde allí pontifican sus credos políticos desde hace muchos años. Del lado liberal, Calibán, en El Tiempo; Klim, también en El Tiempo y finalmente en El Espectador. Y del lado conservador, ¿quién no recuerda a Arturo Abella o al “Pájaro” Hoyos? Así a ras, para no extendernos a otros, inclusive más importantes que los anteriores, como Alberto Lleras Camargo, en el lado liberal, y Álvaro Gómez Hurtado, en el conservador.
 
Eso es y ha sido así. Y en el devenir periodístico, la libertad de expresión y el interés general son declaraciones de principios que adornan pero no proceden sino en la medida en que no menoscaben la imagen o el interés particular de los dueños que, antes de la hegemonía económica, siempre tenían que mantenerse en sintonía con el gobierno de turno.
 
Y la conducta es universal: lo mismo se ve en Estados Unidos y Europa; China, Rusia o Japón. No hay libertad de expresión en el sentido en que se proclama, ni interés general en el entendido en que debe sobreponerse al interés particular.
 
Cuando los medios eran dominados por el poder político, sus orientaciones, desde la parte informativa hasta la editorial tenían el fin político… Hoy que el poder ha pasado al campo económico, sus líneas obviamente apuntan  al interés de los empresarios. Y ahora ya no son los dueños de los medios los que tienen que mantenerse en sintonía con el gobierno de turno sino el gobierno de turno que tiene que mantenerse en sintonía con los dueños de los medios.
 
Esa es la lucha que se libra en nombre de la libertad de expresión en países como Venezuela, Ecuador y Bolivia. Sencillamente, los gobiernos de estos países se han resistido a someterse a los empresarios de turno y estos han soltado los perros en su contra.  Y claro que hay en esos países una restricción a la libertad de expresión, pero a la manera en que la venían ejerciendo los anteriores dueños del poder que, a su vez, ejercían una restricción a la libertad de expresión de sus opositores de turno.
 
Para que esto no se nos convierta en un galimatías la conclusión es que, en efecto, tenemos libertad de expresión en forma individual. Yo puede decir lo que quiera y me atengo a las circunstancias, lo que no puedo es decirlo en cualquier medio de comunicación, no al menos en forma consistente y continuada, si lo que digo no hace parte de la doctrina política y económica del dueño del respectivo medio.
 
Que lo medios prescindan de los servicios de un periodista o columnista porque sus informaciones u opiniones no coinciden con la línea editorial, hoy en día no debiera llamarse censura en el estricto sentido en que se está coartando la libertad de expresión porque ese periodista o columnista puede irse con su música a otra parte, y más ahora que para tener un medio de comunicación propio, donde uno pueda decir lo que le dé la gana, solo está a la distancia de un clic de cualquier portal, como webnode, por ejemplo, donde se hospeda El Satélite, completamente gratis.
 
Darle alcance en este sentido a la libertad de expresión en los medios masivos de comunicación nos ayudaría a desmitificar esa libertad de la cual usan y abusan esos mismos medios para pregonar una libertad que solo tienen los dueños, no los periodistas y columnistas y menos los lectores.