“DEMOCRACIA SIN PUEBLO”

Octavio Quintero/Director El Satélite

(Domingo 20/03/16)

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Es lamentable, por decir lo menos, que la llamada “sociedad civil” no se haya visto representada en la foto-cúpula que rodea al presidente Santos al momento de declarar su desconocimiento de la Corte Internacional de Justicia de la Haya (CIJ),  en el pleito limítrofe que se sostiene con Nicaragua.
 
Que el Presidente se haya hecho rodear de tan importantes personajes a la hora de convocar al pueblo colombiano a defender hasta el último centímetro del territorio nacional, refleja lo serio del asunto; y que no esté por ningún lado representada la sociedad civil, es una falla enorme que solo indica el desconocimiento y menosprecio que dentro de la estructura de poder del Estado se tiene por la sociedad civil.
 
Desde Tocqueville a Habermas, la sociedad civil se define como esa inmensa masa amorfa de ciudadanos que se congregan alrededor de instituciones como ONG (organizaciones no gubernamentales); ONL (organizaciones no lucrativas o sin ánimo de lucro); JAC (asociaciones de ciudadanos como juntas de acción comunal); clubes y organizaciones deportivas; clubes sociales; grupos religiosos; centrales obreras y, en general, en todo aquello que no se encuentre dentro de la esfera política, gubernamental o empresarial.
 
En la foto de marras estaban los más altos representantes de las esferas política y gubernamental,  y también el presidente del Consejo Gremial que congrega a todas las asociaciones privadas de tipo empresarial, desde la ANDI (Asociación Nacional de Industriales) en adelante.
 
Y la pregunta es pertinente: ¿Por qué si estaban los empresarios no estaban los trabajadores? ¿Si hay guerra con Nicaragua (… “y el día esté lejano”), serán los empresarios los que van a marchar al frente de batalla, o los trabajadores y/o sus hijos disfrazados de soldados?
 
No hay más de otra: el Estado tiene un profundo desconocimiento y menosprecio de la sociedad civil. No ha sido un craso olvido de momento en la foto-cúpula de la tácita declaración de guerra a Nicaragua… Ese mismo desconocimiento y menosprecio se observa en la Mesa de La Habana, donde también se ventila otro tema de alto interés social: la paz; y por eso mismo se insiste en la convocatoria de un plebiscito para ratificar esos acuerdos, y no de una constituyente, porque el plebiscito lo puede manipular el gobierno, como de hecho lo hizo al reducir a su mínima expresión el umbral para avalar el resultado, lo que no hubiera podido hacer en el caso de la constituyente.
 
Y ese desconocimiento y menosprecio se desliza desde lo alto del poder nacional hasta el regional y local: tampoco los gobernadores y alcaldes, a la hora de tomar decisiones de importancia, convocan a las juntas de acción comunal, por ejemplo.
 
La democracia colombiana, como bien se define en el libro “Gobernando el vacío”, de Peter Mair, es la más pura expresión de eso que en la actualidad, y en el mundo occidental, ha comenzado a definirse como un nuevo tipo de “democracia sin pueblo”.