DEL PESIMISMO RACIONAL

DEL PESIMISMO RACIONAL

Aunque a muchos suene a pesimismo, en este tren de la salud, hasta ahora lo que se oye es mucho tilín – tilín

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Octavio Quintero

(Febrero de 2015)

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Ser pesimista sobre Santos, frente a tanto optimismo que traspira en sus anuncios, puede ser interpretado desde la lapidaria frase del inmaculado Saramago: “los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están muy contentos con lo que hay”.
 
Ni de vainas ser pesimista frente al tema de la paz, pues, se corre el riesgo de ser adscrito al pelotón de la guerra. ¡Cuidado con decir, como Cecilia Orozco, que la propuesta del expresidente Gaviria sobre justicia transicional para todos, es una fórmula de punto final difícil de digerir!
 Dejemos ese tema en La Habana a ver qué pasa al fin…
 
Pero sobre la ley estatutaria de salud, sí podríamos darnos licencia de pesimistas sobre anuncios tan optimistas como que se acabarán los paseos de la muerte; que los doctores ahora sí van a ser autónomos y que se van a meter en cintura los precios de los medicamentos:
¡Válgame Dios!
 
Sobre la mafia farmacéutica se tienen evidencias contundentes, y nada pueden hacer los gobiernos precisamente porque está dominado por una mafia que mueve anualmente unos 200.000 millones de dólares, dice Carlos Machado en Ecoportal.net, citado por Rebelión y ahora por El Satélite.
 
Eso es mucha plata, más que la que mueve la venta de armas o las telecomunicaciones. Por cada dólar invertido en la fabricación de un medicamento se obtienen mil en el mercado, más que por cada gramo de cocaína producido en las cocinas de las selvas del Putumayo.
 
Este mercado, además, es uno de los más monopolizados del planeta: sólo 25 corporaciones, que también son potencias de industrias como la química, biotecnológica y agroquímica, copan el 50 por ciento del total de ventas. De ellas, las seis principales compañías del sector (Bayer, Novartis, Merck, Pfizer, Roche y Glaxo), suman anualmente miles de millones de dólares de ganancias.
 
Todo ello hace que las multinacionales del sector, haciendo gala de una total impunidad, no vacilen en atacar a gobiernos débiles que intenten enfrentarlas y, lo que es peor, mantener precios prohibitivos y a la vez fabricar productos que en muchísimos casos terminan envenenando a los  pacientes.
 
Ese es el monstruo que va a enfrentar con la ley estatutaria de salud el presidente Santos con sospechosa decisión, pues, se demoró casi un año para sancionarla y tiene dos años más, que seguramente serán interminables, para reglamentarla.
 
De ahí que, aunque a muchos suene a pesimismo, en este tren de la salud, hasta ahora lo que se oye es mucho tilín – tilín.