Las “Infamias de las EPS” que recientemente denunciamos en Tocancipá, Cundinamarca, no eran nada en comparación con la macabra denuncia que acaba de hacer la Personería de Bogotá al revelar que por negligencia de solo tres EPS (Caprecom, Capital Salud y Unicajas), han muerto 319 pacientes en el último año en la capital del país.
¿Cuántos más casos en las otras EPS? ¿Cuántos más en todo el país? ¿Cuántos muertos faltan para que el Presidente-candidato a la reelección y los parlamentarios-candidatos también a su reelección admitan que ese modelo de salud que le siguen imponiendo al país se ha convertido en una sociedad para delinquir y en maquinaria criminal?
Sumadas todas las denuncias que diariamente se hacen en todo el país contra estas criminales organizaciones que operan en la legalidad de un modelo de salud, convalida la reflexión que en ocasiones se hace la gente sobre, si no habrán ocasionado más muertes las EPS en los últimos 20 años que las FARC en 50.
La “Sociedad de Mercado”, como inteligentemente la define el profesor de Harvard, Michael J. Sandel, en su último libro “Lo que el dinero no puede comprar”, no puede seguir avanzando sin antes cuestionarse asuntos como estos:
- ¿Cómo podemos impedir que los valores del mercado alcancen esferas de la sociedad donde no deben estar?
- ¿Cuáles son los límites morales del mercado?
- ¿Es todo esto que estamos viviendo hoy lo que queremos ser?
Ad portas de las elecciones parlamentarias de este 09 de marzo, los electores debieran preguntarse por los parlamentarios que votaron favorablemente esa reforma a la salud dejándola, como diría el docto vulgo, “la misma perra con otra guasca”… Y si les queda un poco de tiempo, mirar a los parlamentarios que se opusieron a la reforma en el Congreso y premiarlos con su voto. Y Así en otras materias en donde los parlamentarios gestionaron más en beneficio propio o de grandes intereses privados que en función del interés general.
De eso se trata la democracia, de premiar a unos y castigar a otros con el voto, sin esconder el bulto a través de una perezosa abstención o de un voto en blanco que en elecciones corporativas pierde energía por la curiosa forma que se tuvo de ponerlo a luchar en solitario contra todos los demás.
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