CARTA A LA CARTA

CARTA A LA CARTA

La justicia por mano propia es el primer grito de guerra de los que hoy están en paz

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Octavio Quintero

(Julio de 2015)

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El poder del pueblo colombiano, por encima del cual solo está Dios en su dominante fe cristiana, se dio una nueva constitución el 07 de julio  de 1991… Y el poder dominante en este país, tan lejos de Dios en términos de las constantes admoniciones del papa Francisco, le ha metido, en estos 24 años, 40 reformas.
 
La constitución de Colombia de 1991 alcanza así el record de la carta política más reformada del mundo en poco tiempo. Si se divide 40 por 24 se obtiene un resultado de 1,67 veces por año. Si a estas reformas constitucionales se le aplicaran las constantes violaciones en que incurren las propias instituciones del Estado, bien podría decirse que Colombia es un país patético en el que se vive en constante dolor, tristeza y melancolía.
 
Las tropelías del gobierno nacional, y por supuesto las de los gobiernos locales, se cotejan en puja con las de la Fiscalía General, la Procuraduría y la Contraloría; las del Congreso no tienen comparación con ninguna otra y las de las altas cortes alcanzan topes de vergonzoso escándalo.
 
Los altos funcionarios del Estado, desde el Presidente y el Vice hasta los ministros y gerentes, más parecen administrar negocios particulares que cargos públicos. Sus intereses políticos y económicos,  y los que representan a cuenta del sector privado, siempre están por encima del interés general.   
 
¿Qué clase de constitución fue la que nos dieron los constituyentes del 91?; o mejor, ¿qué clase gobernante es la que nos mete casi dos reformas constitucionales por año?
 
Hagamos un símil para que todos entendamos el asunto: si vamos en un avión con una carta de vuelo que constantemente está cambiando de rumbo, ¿para dónde creen que va esa nave?
 
Ésta, La frecuentemente citada Constitución del ’91, fue expedida en el gobierno del presidente Gaviria (1990-1994). Entonces se definió como una carta de navegación para un Estados social y democrático de derecho, participativo, igualitario y pluralista.
 
Y, paradójicamente, fue el mismo gobierno de Gaviria que le metió el primer revolcón a espaldas del pueblo porque, según la historia fidedigna de Rudolf Hommes, ministro de Hacienda de ese gobierno, mientras todos nos embebíamos en el trapo constitucional, el gobierno nos introducía por detrás el modelo neoliberal que viene a ser todo lo contrario de un Estado social y democrático de derecho, participativo, igualitario y pluralista.
 
El tiempo se ha encargado de mostrar, en Colombia y el mundo, que el neoliberalismo es un modelo antisocial y, por ende, antidemocrático, porque su fuerza se basa, no en el derecho constitucional sino en el poder económico a través del cual ha corrompido todas las instituciones mal llamadas, por tal circunstancia, “democráticas”. Y hablamos, entonces, de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, así con minúscula, porque hace rato perdieron, precisamente a manos del Poder Económico, éste sí con mayúscula, su poder político.
 
Y en este contexto nos explicamos, un tanto, las 40 reformas que le han metido a la constitución colombiana en 24 años. Pues, ¿quién duda que todas van en el mismo sentido de arrebatarle poder social al pueblo?
 
Por eso, el poder dominante se opone a una nueva constituyente en la que el pueblo pueda retomar el control de la nave y ya, sin revolcón de fondo, volver a empezar ese cuento de un Estado Social de Derecho que asegure a todos sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo.
 
Es mejor que esto se resuelva por las buenas… No sea que el pueblo siga empoderándose de “la justicia por mano propia” y se den en la calle nuevos casos de correteos, insultos y linchamientos a senadores, magistrados, ministros y hasta al propio Presidente, como ha sucedido en reiteradas ocasiones. El mensaje es claro: la paciencia se está agotando, y esa premonición que alguna vez hicimos aquí, parece más cerca: “para cuando el gobierno logre la paz con los que hoy están alzados en armas, ya para entonces estarán alzados en armas los que hoy están en paz.