CANDIDATOS, ESCUDEROS Y LACAYOS...

CANDIDATOS, ESCUDEROS Y LACAYOS...

Predican la verdad y transigen con la mentira; predican la justicia y la  desconocen; predican la benevolencia y son crueles; predican lealtad y son transgresores; predican justicia social y explotan al débil… Ellos constituyen pequeñas monarquías políticas y sociales… Gobiernos dentro del gobierno

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Dícese de aquellos personajes cotidianos que deambulan por todos los escenarios del tejido social, que hacen parte de nóminas públicas y privadas con unos roles especiales, cuales Sancho Panza, obedeciendo sin más, las ordenes de sus amos, en aras de proteger sus distintos intereses, o realizando actos que rayan en los más deplorables y usurpadores comportamientos.

El espíritu de estos personajes se desarrolla en dos fuentes. Una la que le asigna su amo con sus órdenes y la otra la de la tentación que se deriva de su cargo, asumiendo el papel arrogante, el papel de actor extra, y para ello nada le impide ejercer acciones de aprendiz con alardes imperiales, sumiso a las lecciones y los pensamientos del amo, atentando contra la sociedad, sirviendo para asumir  roles de  posible gobernante.

La soberbia humana figura dentro del rol de estos subalternos. Ellos se vanaglorian, se sienten pequeños reyezuelos llevando a cabo con autoritarismo las ordenanzas del máximo, a la perfección. Los erráticos políticos de cualquier gobernanza social, están protegidos por las escuadras que disfrutan las mieles del poder. Las escuadras escuderiles se miden a otras facultades que se desprenden del acontecer de los amos. Los amos de los gobiernos a su vez son los escuderos de la gran política mundial, de los iiluminatis, de los poderosos mayores que gobiernan el orden económico, que acampan en los grandes clubes, imperios, desde donde dictan las directrices y las políticas controladores del orbe. Desde donde determinan los resultados de las elecciones. Quien escruta elige.

Los escuderos, lacayos o esbirros sean quienes fueren y de donde provengan, maniobran actos de poder con el escudo de la doble moral, y bajo este mandato se muestran forjadores de la democracia, de las virtudes, moldeadores de figuras constitucionales, para acomodar sus propósitos personales, jamás para cumplir las obligaciones que dictan las normas democráticas y las leyes de espíritu social. Ellos, escuderos o lacayos, cuales sanchos panzas van en la línea del amo para cumplir las metas asignadas. Deshojando nuestra historia politiquera, gritamos a voces su aniquilación o mejor su reforma total y eso no debe durar mucho tiempo. El cataclismo moral que perfeccionan los lacayos, siempre está anunciando tragedias Nerónicas que dividen al país, que lo polarizan.  Ese cataclismo es la hecatombe que nos gobierna, haciéndole compañía a los distintos carteles que también han hecho su asiento en la administración estatal del país, pregonando cada cartel su gestión corrupta, cual pirañas salvajes, devorando al país por todos los frentes.

Con talante imperial, estos escuderos serviles, llevan a cabo su tarea con el mayor descaro, defendiendo a capa y espada a sus quijotes. Políticamente, estas hordas se acomodan a cualquier sistema o partido. Siempre están dispuestos a vender su alma al mejor postor. Rechazan el respeto a la democracia y a toda institución, haciendo caso omiso del ciudadano a quien desconocen en su dignidad. Estos clanes en decadencia, les falta personalidad, son incapaces, vegetan moldeados por sus amos. Son incapaces de volar alto, aunque lo deseen. Sus vidas son ajenas, les obligan afiliarse a partidos, movimientos e instituciones, saben adaptarse al cinismo y a la hipocresía, nadan a favor de la corriente o contra ella, según la conveniencia, se acomodan a la ideología o doctrina donde los agrupan, carecen de luz propia y la ética y la moral la desconocen en su práctica.

El instinto lacayo se trae en la sangre que se va esparciendo a las generaciones bajo figuras populistas que procesan con sus mensajes, sus actos de opresión y violencia sistémica camuflada en conductas democráticas o de función social. Los escuderos de hoy ejercen su vocación con espíritu imperial a la caza de venderse al mejor postor, a la caza de dadivas y prebendas. Tanto gobernantes como escuderos, ignoran los principios de dignidad, de justicia, de servicio, de respeto.

El ejército de escuderos o lacayos son de arriba y de abajo. Para el Estado, se ubican en los distintos órganos de control, Congreso, partidos políticos, medios de información e instituciones de servicio. Según donde estén, así mismo actúan. Para favorecer con aprobación de leyes, están en el Congreso, para favorecer casos de justicia, en las oficinas judiciales. En general deambulan por todo el tejido de los poderes y en la sociedad civil. Dijera uno que, en todos los países, estos insignes potentados, ejercen gobierno para el gobierno, para sostener y defender el poder en sus distintos escenarios

Que bien le viene a escuderos, lacayos y sus jefaturas, el pensamiento del mediocre… Predican la verdad y transigen con la mentira; predican la justicia y la  desconocen; predican la benevolencia y son crueles; predican lealtad y son transgresores; predican justicia social y explotan al débil; predican carácter y son serviles; predican dignidad y se arrastran; claman democracia y la mancillan; predican la biblia, pero consignan dogmas  que confunden apartándose del evangelio; se forjan defensores de la paz y la honestidad, pero acogen la violencia y la corrupción en sus actos; claman grandes ideales de patria; pero  venden las ideas al mejor postor; se dicen luchar contra la pobreza y los derechos humanos; pero generan calamidades, en especial en épocas electoreras.

El manejo del Estado y la cosa pública o privada no puede ser, al margen de una grey de escuderos, para ingresar a cargos públicos amañados; para ser medios para llevar a cabo políticas del Estado para con esas bases arrebatar al pueblo de lo que le corresponde. Estos grupos de apoyo, escuderos, se esculpen como autoridades en los también carteles que gobiernan al país. Esos carteles son las formas como se succionan las riquezas del país, evaden impuestos, generando grandes costos para la nación,  que vienen haciendo desde tiempos inmemoriales. Los escuderos ejercen maniobras non santas. No todos los que están al frente del Estado, son los adecuados, muchos en su interior tienen el alma de escuderos, de lacayos, actuando al son de una seudodemocracia.

Corresponde a la sociedad civil, repudiar, denunciar y dar los pasos para que estos satánicos personajes, que vienen desde la derecha, desde la izquierda, desde el liberalismo y demás tendencias políticas, sean extirpados de los tejidos institucionales.  Estos grupos son la imagen para determinar la irresponsabilidad de nuestros políticos y dirigentes, que afianzan los excesos de opresión, de corrupción, sostenidos sin ningún reglamento, y que muchas veces se entremezclan para pasar desapercibidos, pero su presencia es patética.

Recorriendo la historia republicana difícilmente puede uno encontrar una verdadera democracia. Vargas Vila nos hace ver en sus obras como para la época, el país era regentado por la mediocridad y el gran centralismo capitalino donde ondeaban doctrinas hegemónicas en todos los estamentos del Estado, apoderándose de instituciones de servicio, lo que aún sigue vigente. Al concentrarse los poderes, se hace más viable incorporar burocracia, alejándose cualquier propuesta renovadora. La incorporación de los escuderos, trae consigo un arsenal de dádivas y mermeladas por doquier como forma de pago a la corrupción política, donde se amparan los lacayos y esbirros de la nación.

La tragicomedia política que vive el país, edifica una cultura sin memoria histórica donde sobreviven excesos de poder, de sumisión, de engaño. De falta de verdad, ausencia de transformación social y vivencia de una ideología de mediocridad, de hegemonía partidista. A su alrededor están los leviatanes del capitalismo quedando el pueblo forzado a aceptar las verdades disfrazadas con mentiras, levantando muros de cortinas de humo, sofismas de distracción, discursos neoliberales que le dejan al país odios, violencia, aniquilamiento social y político y ruina moral. La legitimidad democrática y constitucional esta empañada por quienes la violan, siendo esos violadores la ralea politiquera, lacayos y quijotes que, desdeñan el culto a la verdad y a la justicia social en medio de las encrucijadas para expoliar al país.    

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