BOGOTÁ: UN VERDE AL ATAQUE

BOGOTÁ: UN VERDE AL ATAQUE

La Federación de Partidos Verdes de las Américas, de la cual hace parte, Alianza Verde, el partido del alcalde de Bogotá, debiera tomar nota del ataque de Peñalosa al medio ambiente.

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Octavio Quintero/Opinión El Satélite

(27/01/16)

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Bueno sería prender nuevamente la alarma ambiental sobre la ALO (Avenida Longitudinal de Occidente), ahora que Peñalosa, con la obsesión ideológica de borrar la huella izquierdosa de las anteriores administraciones, especialmente la “Bogotá Humana” de Petro, la tiene en su programa de gobierno como bandera de su aplaudida visión urbanística.
 
Según la fundación, Humedales Bogotá, en torno a la ALO gravitan los tres últimos humedales importantes que perviven hacia el interior de Bogotá: La Conejera, ubicado entre la localidad de Suba y el vecino municipio de Cota, al noroccidente; Tibabuyes, más conocido como ‘Juan Amarrillo’, que se ubica entre las localidades de Suba y Engativá, al occidente; y Capellanía, ubicado en Fontibón, al suroccidente de la capital.
 
En desarrollo del debate ambiental que se ha sostenido sobre ALO, no le ha ido bien a Peñalosa. En plan de candidato a la alcaldía de Bogotá en las elecciones del 2010, se le enrostró la desafortunada intervención de humedales durante su primera administración, poseída de su visión antropocéntrica “que es fácilmente visible en sus propuestas donde el cemento es una prioridad”, dice la Fundación.
 
Quién sabe ahora si en medio de esa locura que es la movilidad en Bogotá, los ambientalistas puedan hacerse oír, o tal vez, por solucionar ese problema, estemos creando a mediano plazo otro igual o mayor.
 
No está todavía muy lejos la catástrofe invernal del primer semestre del 2011. Recuérdense las dramáticas inundaciones registradas en Chía, la universidad de La Sabana y al occidente de Bogotá, por los lados del aeropuerto, por ejemplo. Esa tragedia tuvo como factor primordial la paulatina invasión urbana de los humedales, que vienen a ser los descansaderos naturales de las corrientes de agua, cuando por efectos del invierno se sobrecargan los cauces.
 
Sobre la Conejera, la Fundación afirma que con el paso de ALO, territorios que antes servían como reguladores del ciclo hídrico, controlando y previniendo inundaciones, pasarán a ser espacios de riesgo para desastres.
 
En torno a Capellanía se dice que el humedal perderá uno de los pocos espejos de agua que sobreviven, donde habitan y se alimentan cientos de anfibios, aves y mamíferos, la pérdida de un espacio de contemplación y educación ambiental de la ciudad capital.
 
Y sobre Tibabuyes advierta la Fundación que el cruce sobre el humedal deberá ser mediante una estructura elevada con altura en el centro de luz de mínimo 10 metros, puente convencional con barreras deflectoras de 50 metros antes y después del puente para mitigación de ruido,  similar a lo planteado para el humedal La Conejera.
 
No se trata de caprichos de ambientalistas, como parece insinuar el mismo alcalde Peñalosa en otro debate que se le ha abierto en estos días, al empecinarse, como todo lo suyo, en la construcción de un proyecto de vivienda denominado: “Ciudad Paz”, nada más ni nada menos que dentro de la reserva forestal, Thomas van der Hammen, de la que dijo, despectivamente, que “es la única del mundo que no tiene árboles sino potreros”...
 
Paradójicamente, dentro de las muchas propuestas sobre las cuales habrá que mantener los ojos bien abiertos en esta nueva administración de Peñalosa en Bogotá, está la parte ambiental, a pesar de que él mismo se proclama verde, la divisa política internacional que distingue a los más reconocidos defensores de los recursos naturales no renovables y el medio ambiente: ¡qué ironía!