BICI O MOTO: ¿CUÁL LA PRIORIDAD?
Octavio Quintero
Director El Satélite
(Domingo 13 de marzo/16)
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A la hora de diseñar una alternativa de infraestructura vehicular urbana del futuro inmediato, se debiera pensar en qué podrá ser más importante y popular: ¿la bicicleta o la moto?…
La pregunta es válida en momentos en que, según un documento conocido y divulgado por El Espectador, el gobierno nacional se apresta a impulsar una norma “para que todas las ciudades tengan ciclorutas” con sus debidas especificaciones de movilidad: semaforización, estacionamientos, iluminación, arborización y, en general, todo el equipamiento más importante.
Nadie osaría oponerse a tan loable propósito, aunque, de entrada, la propuesta le podría sonar a mucha gente como muy peñalosista y bogotana… Y, probablemente, en otras muchas ciudades del país, la prioridad y lo popular no sea tanto la bicicleta como la moto.
La bici ha pasado por distintas etapas sociales en los últimos años: desde el expresidente Lleras Camargo haciendo sus recorridos por la entonces provinciana Chía (1972), pasando por los obreros que la convirtieron en su principal medio de transporte, hasta hoy, cuando de nuevo ha conquistado los estratos medios y altos de la capital y, en buena parte ya, su propia infraestructura de movilidad.
Que ahora se hable de extender a todo el país, y con cargo al presupuesto nacional, una modalidad que dejó de ser indispensable, o que al menos no es lo más indispensable, popularmente hablando, es para pensarlo dos veces…
Por ejemplo, el hoy alcalde de Medellín, Luis Pérez Gutiérrez, si se le preguntara qué prefiere ordenar primero, dentro de una alternativa de movilidad urbana, si la bici o la moto, seguramente votaría por la moto, cuyo uso lo calificó hace poco de “revolución” social…
“Antes de 5 años, los hogares con moto van a triplicar a los hogares con carros particulares de 4 ruedas. Y transportarse en moto será el primer medio de transporte urbano de Colombia”, decía en una columna que le acogían varios medios alternativos, entre estos, El Satélite (VER).
Y no tan lejos de Bogotá, en Soacha, probablemente también su alcalde quisiera ordenar el tránsito de la nube de motos que a horas pico se abaten y debaten sobre la vía principal de entrada y salida de la capital (foto al inicio), antes que las pocas bicis que se pueden ver rodando en días laborales.
Lo mismo podría decirse de Villavicencio y los principales centros urbanos de los Llanos: el dominio de las motos sobre las vías, es innegable. Y siga la ruta Bogotá-Medellín, saliendo por el sur: Fusa, Melgar, Girardot, Espinal, Ibagué e intermedias; Honda, La Dorada, Puerto Boyacá, Doradal y siga… Usted se va a encontrar con mucho más gente del común y corriente circulando en moto que en bici. Vaya a cualquier ciudad o población medianamente desarrollada de la Costa Caribe: la moto le gana de lejos a la bici. Vea a Cali y el Valle; Bucaramanga y, en fin: abra los ojos y contraste motos y bicis; y, si le queda tiempo, analice someramente el perfil social del motociclista versus el ciclista. Podría apostarse, sin ningún riesgo, a que la moto es hoy en día mucho más popular que la bici.
Es que, como decía en el escrito aludido el entonces columnista Pérez Gutiérrez, la moto se ha convertido en instrumento de trabajo de gente de bajos recursos y, al mismo tiempo, le sirve para ir al trabajo, al estudio y de recreación familiar.
Según el DANE (2015), en Colombia, 1´857.000 Hogares (13,5%), tienen carro particular, mientras que, 3´205.000 hogares (23,4%), tienen motocicleta.
¿Por qué no ordenar antes este revolucionario y polifacético medio de transporte conquistado hoy por las clases más populares de los centros urbanos en donde, precisamente, por falta de un ordenamiento se ha convertido en un dolor de cabeza como el que ataca a los conductores de vehículos públicos y privados que se entrelazan con la invasión de motos en el tramo de ida y vuelta entre Bogotá-Soacha?
Y si se piensa inducir al país desde el alto gobierno hacia la conquista de un medio alternativo de transporte urbano, déjese entonces la normatividad que se expida a discreción de los respectivos alcaldes municipales para que tengan la potestad de impulsar con sus propios recursos y los que se dispongan desde el presupuesto nacional, el medio más usado y aceptado por la sociedad en su respectiva localidad.
Lo otro sería imponerle al país una modalidad bogotana que ha vuelto a ser un vehículo más de esparcimiento entre dominicales y feriados que de necesidad básica, en el entendido que se deja descrito atrás.