¿BARRANQUILLA, CÓMO VAMOS?

Desearíamos saberlo de verdad, verdad

 
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Jaime Lustgarten
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 En una sociedad la calidad de vida de las personas se asemeja a la calidad de las obras que esta sociedad elabora. Demos un ejemplo de trabajo comunitario. Uno ve en las personas su calidad por medio de las obras que ellas hacen, es decir, cuando uno percibe que las personas vulnerables tienen la mano de una comunidad, entiende el alto valor que significa hacer el bien y apoyar a los que sufren dentro de ella. Algunos dicen que obras son amores y no buenas razones.
 
 De manera similar podríamos decir que la calidad de las obras públicas nos deja ver la calidad de gobernantes que tenemos.  Bueno gobernantes escogen buenos contratistas,  vigilan la calidad de las obras y exigen durabilidad, permiten buenos sistema de control interno, pero además son consecuentes y responsables a la hora de escoger o definir el tipo de obras que requiere la ciudad, cosa que se atiendan las prioridades y se construya lo que mejor y más beneficio general traiga.  También buenos gobernantes hacen rendir la plata de los contribuyentes y no acuden a ellos de manera exagerada ni propasando su capacidad de pago. Es decir los buenos gobernantes son considerados, consecuentes y responsables. Además tienen un dialogo permanente con la gente.
 
 Hoy ante las quejas de la comunidad por el exceso de impuestos y contribuciones,  por las demandas y los embargos que han tocado incluso a los pensionados, por los pésimos servicios públicos,  por la deplorable movilidad urbana y la congestión inevitable, y ante una ola de inseguridad galopante y endémica, podemos pensar que las calificaciones de gestión de la administración pública está siendo manipuladas para mostrar resultados que no concuerdan con la realidad, y menos con la verdadera opinión de la gente. Dicen que una mayoría del 62% aprueba la gestión de la alcaldía de Barranquilla. Seria interesante hacer encuestas de opinión en las emisoras de la ciudad para ver si es cierto lo que publican algunos medios escritos y que sorprende a muchos que tienen una opinión diferente.
 
 
 Uno ve a veces editoriales que hacen saltar a la alcaldesa de su cómodo sillón, y se entera de las rabietas que agarra por noticias que le son contrarias y que valientemente se publican en algunos medios.  Los medios de comunicación social prefieren mantener buenas relaciones con la alcaldía,  pues esta  es una fuente importante de ingresos y contratos para dichas empresas.  Se entiende el desespero que ella debe sentir cuando en la ciudad se deben reventar y reconstruir muchas losas de las nuevas vías, cuando las obras son muy lentas, y en muchos casos inconsultas con la comunidad, o cuando uno ve que las medidas que toma la Secretaria de Movilidad son paños de agua tibia, o cuando la gente protesta pues siente que no los atienden, que los tienen olvidados, o se sienten ciudadanos de tercera.  También a veces uno piensa que muchas cosas se hacen bien, y al parecer son muchos quienes no aprecian esas pocas  buenas obras, y resulta cierto que la gente hable más de lo que le molesta, que de lo que le agrada. Definitivamente deberían hablar con miles de vendedores estacionarios que protestan, pues en la época de fin de años los tienen ante el dilema de no poder trabajar y por ende obtener ingresos para sostener a sus familias. Los problemas sociales a la final nos afectan a todos, incluso a los que lo tienen todo. La imprevisión, ni la improvisación pueden ni deben ser la regla sino la excepción de ella, y es lo que vemos en una ciudad que crece a galope, pero que descuida a los más vulnerables, desatiende las verdaderas prioridades, y olvida que es mejor dar incentivos que castigos.  ¿Cómo Vamos?  Desearíamos saberlo de verdad, verdad.