BAJO LA GUILLOTINA FINANCIERA

BAJO LA GUILLOTINA FINANCIERA

El riesgo bancario es lo más absurdo del mundo, aunque parezca lógico. Sobre dicho riesgo, se referencia la tasa de interés: mientras mayor sea el riesgo más alta es la tasa.

Es decir, si usted no tiene mucha capacidad de pago, entonces el banco le va a cargar una tasa más alta con lo que, su escaza capacidad de pago, queda peor.

Sería tanto como decir: ya que parece que usted no me va a poder pagar, pues, ¡quiébrese de una vez!

Para sobrellevar esa situación se estableció, en la ya lejana época “cepalina”, el crédito de fomento. Al imponerse el neoliberalismo en los inicios de la tristemente recordada era Reagan-Thatcher (1980), el crédito de fomento, que era dirigido por el Estado, se fue borrando y todo quedó en manos del sistema financiero, conocido de autos.

El negocio entre la banca y los clientes “es una pelea de tigre con burro amarra’o”. Por un lado, la banca obtiene recursos del Banco de la República, cuya tasa de intervención a la fecha es del 3,25 por ciento que, frente a una inflación, también a la fecha del 2,3 por ciento, contempla un margen de intermediación del Emisor a la banca de apenas 0,95 (menos de un punto).

La banca toma esa planta y la convierte en créditos ordinarios y de consumo, a una tasa que a la fecha es del 19,85 por ciento. Es decir, cobra a los clientes un interés de más de seis veces de lo que le cuesta el dinero tomado del Emisor. Y esa tasa, ya de por sí suculenta, puede subirla hasta en una vez y media más (29,78%), según el riesgo del cliente, es decir, hasta ocho y media veces más que la tasa de intervención oficial.

Y, ¡atérrense!: si es una empresa de esas llamadas “Pymes” (pequeñas y medianas), la tasa regular puede ser hasta del 34,12 (casi 10 veces más de lo que le cuesta el dinero) y, si el riesgo es mucho, entonces la banca puede subirla también en una vez y media más, hasta el tope de la usura que queda en 51,18 por ciento anual, es decir, casi 15 veces más que la tasa del Emisor.

Así no se puede. ¿Qué negocio da para pagar una tasa de interés de ese tamaño y que deje algún margen de utilidad anual, digamos, un módico 20 por ciento neto?

Ninguno… O mejor sí: el narcotráfico, el contrabando, el crimen organizado, la evasión tributaria y la informalidad de todas las pelambres.

Esa es la fría lógica financiera que el docto vulgo define como que la banca solo le presta plata al que más demuestre que menos necesita de crédito.