“APAGAR PAGA”
Opinión/El Satélite
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La campaña mediática que desarrolla el gobierno nacional con la intención de inducir el ahorro de energía en Colombia, amenazada por la improvidencia de un apagón eléctrico, tuvo su máxima expresión ayer martes, 29 de marzo/16, hacia el medio día en el Congreso de la República.
Tan coincidente como la fecundación de un óvulo por un espermatozoide, en cuya escena participan millones de los primeros tratando de entrar a uno solo de los segundos, fue el apagón que se registró en el recinto del Senado en momentos en que los “honorables” se disponían a iniciar el debate de moción de censura contra el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, por la irregular venta de Isagén, los inexplicables sobrecostos descubiertos en la Refinería de Cartagena (Reficar) y otras arandelas, no menores.
“A buen entendedor, pocas palabras”, dice el docto vulgo y, creo que eso de “apagar paga” encaja perfecto en el adagio…
Fue una comedia más de la puesta en escena de una figura como la moción de censura introducida en la Constitución del ’91 (hace 25 años), que nunca se ha podido llevar a cabo en Colombia contra ningún alto funcionario público, no por falta de motivos contra los ineptos y sobre todo corruptos altos funcionarios públicos, sino por circunstancias políticas: la reglamentación de la censura, las coaliciones de gobierno y el poder de los presidentes, dentro del cual el cohecho es lo usual…
Pero, óigase bien: nunca se había llegado al ridículo de ayer. Los senadores y el ministro deben estar muertos de la risa y, por supuesto, les importa un bledo el menosprecio o burla de la gente, que es el costo que paga el que se pone en ridículo.
Decíamos en reciente cometario que dadas las circunstancias en que se iba a desarrollar esta última moción de censura en el Congreso, podría ser “ahora” que, por fin, se iba a estrenar; y si no era ahora, ya no iba a ser “nunca”. Parece que ganó el nunca… Las uvas nos siguen quedando muy altas, y la solución es… O tumbamos el palo o nos lo agachan un poquito. Y nuevamente el adagio viene al caso: “A buen entendedor, pocas palabras”.