50 PROPUESTAS DE PAZ

50 PROPUESTAS DE PAZ
Opinión El Satélite/Octavio Quintero
--
 
La Corporación, Viva la Ciudadanía, ha puesto en circulación un jugoso documento sobre la paz en Colombia (VER) de la que dice: (…) Se necesita que sea una política de Estado, pues, hoy no alcanza a ser ni siquiera una política de todo el gobierno del presidente Santos.
 
Junto al documento del exmagistrado, Jaime Araujo Rentería (VER), constituyen ambos, un valioso aporte a los diálogos de la Habana en su recta final; y un mentís a quienes tildan de “enemigos de la paz” a todos aquellos que critican la forma y el fondo –no el propósito-- de saldar el conflicto armado en Colombia.
 
Una propuesta concreta habla de la necesidad de que el presidente Santos y su coalición de gobierno abran las compuertas de la participación social y política a toda la comunidad para que todos los compromisos derivados de los acuerdos de La Habana, dejen de ser retórica vacía y se conviertan en realidades efectivas.
 
Sobre estos dos primeros puntos: política de Estado y apertura política, bien vale la pena centrar la reflexión en esta oportunidad.
 
Nadie con buen juicio negaría que la paz necesite ser una política de Estado. ¿Y qué es política de Estado? Es todo aquello llamado a perdurar por encima de la política cotidiana del gobierno de turno.
 
Ahora bien: si se quisiera convertir de verdad los acuerdos de La Habana en política de Estado, ¿qué sería lo más conveniente: plebiscito o constituyente?
Podrían calificarse a los defensores de la constituyente más amigos de la paz que a los defensores del plebiscito porque nadie en razón negaría que el amarre constitucional de un tratado de paz viene a ser más perdurable en el tiempo que su refrendación por plebiscito; y más, un plebiscito sui géneris como el  que se hizo aprobar en el Congreso con un ridículo umbral del 15% de participación total, que en cierta forma es consentir en el país la abstención y la insolidaridad social.
 
Si sigue siendo válida la sentencia aristotélica de que la política es el arte de gobernar los pueblos, entonces, en una de las esferas en la que habrá que acentuar profundamente las reformas en una etapa de posconflicto es en la política.
 
Tres propuestas concretas presenta al respecto la Corporación Viva la Ciudadanía en sus numerales 15, 17 y 24, que se resumen a continuación:
 
15.- Estatuto de la Oposición en el que se defina también la ruta de consulta con organizaciones de la sociedad civil y con los grupos significativos de ciudadanos que tienen representación en los cuerpos colegiados y en el ejecutivo.
 
17.- Reformar la ley con el propósito de que los partidos políticos asuman responsabilidad por la comisión de delitos de sus militantes y funcionarios de elección popular a quienes han avalado.
 
24.- Reforma constitucional que modifique el régimen de partidos, para que sea obligatoria la identificación de la militancia; los procesos democráticos, para la definición de candidatos y conformación de listas. Los partidos deberán hacerse responsables de los delitos que cometan sus integrantes en función de cargos públicos para los cuales el partido dio su aval, y para hacer transparentes las cuentas de los partidos políticos y grupos significativos de ciudadanos.
 
En resumen: si no limpiamos la corriente que surte la fuente democrática (la política), todo lo que se haga o se proponga en cualquier otra esfera de la vida, en este caso de la convivencia pacífica, resultará estéril… Y la mejor forma de asegurar estos cambios sería a través de una constituyente.
 
Y como dice la ranchera: “Si alguien opina diferente, será porque jamás lo han traicionado”.