¿PAZ SIN IMPUNIDAD?

¿PAZ SIN IMPUNIDAD?

Esteban Martínez

(Su columna en ‘Con la Oreja Roja’)

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A pesar de que esto podrá ser sacado de contexto y mostrado como una evidencia de las incoherencias de quienes nos han graduado de santistas, es tiempo de darle la razón al uribismo.
 
Durante más de 4 años, los uribistas han insistido en una idea en la que cada día es más claro que tienen razón y que quienes respaldamos el proceso de paz nos hemos resistido a aceptar. En caso de que se firme el acuerdo con las Farc, habrá impunidad. La fuerza de la evidencia, de los hechos, lleva a aceptar que nuestros amigos uribistas tienen razón.
 
Pero no es porque Santos, hombre de derecha, le esté entregando el país a las Farc. Tampoco se trata de la impunidad derivada de un acuerdo posible pero imperfecto que, supuestamente, beneficiaría a los líderes guerrilleros, y por el que invocan a los gritos a la Corte Penal Internacional. No, se trata de una más compleja y a la que no hemos abierto los ojos como sociedad.
 
Es la impunidad de quienes desde la política, las fuerzas militares y el sector productivo pretenden hacernos creer que el conflicto se resume en que unos bandoleros, facinerosos, comunistas, guerrilleros o narcoterroristas —o como el discurso oficial los quiera llamar— se alzaron en armas en contra de un Estado benévolo y sus ciudadanos.
 
Es la impunidad de quienes, haciéndose pasar por las víctimas, venden una realidad binaria que divide el país en buenos y malos, con lo que justifican los desmanes de la guerrilla y la barbarie paramilitar.
 
Esa división del país no solo es falsa. Es funcional justo para aquellos que se han beneficiado hasta el momento de la impunidad reinante. Con su relato, convenientemente replicado hasta el hartazgo por los medios de comunicación, quieren hacernos creer que la crudeza de la guerra son las tomas, extorsiones, minas antipersona, homicidios, bombazos, reclutamientos de menores y secuestros cometidos por las Farc.
 
Con ese mismo relato, levantan una cortina de humo con la que buscan hacer olvidar las miles de masacres, torturas, magnicidios y desapariciones cometidas por agentes del Estado y sus amigos cercanos, los paramilitares.
 
Según ese cuento, los excesos de las Farc hacen parte de una doctrina y son consecuencia de la descomposición inherente a las guerrillas. Pero, cuando la justicia, letárgica, opera en contra de políticos, empresarios, gobernantes, militares o policías involucrados en crímenes espeluznantes, se trata de… “manzanas podridas, casos aislados”.
 
La forma como han reaccionado los medios y el establecimiento a los acuerdos de La Habana, confirma que el uribismo tiene razón: tras el acuerdo, habrá impunidad de exageradas proporciones. No solo porque será imposible explicar todos y cada uno de los crímenes reales o imaginarios que se le imputan a las Farc, sino porque los que se ordenaron desde el Estado serán imputados individual y exclusivamente a los militares.
 
Es evidente: no ha habido ningún gesto de arrepentimiento por su participación en el conflicto por parte de políticos, militares y empresarios. Ni un mea culpa, nada.
 
Mientras piden a la guerrilla que dé incansables muestras de arrepentimiento, no ha habido militar alguno que haya dicho desde el interior de las Fuerzas Militares que se cometieron excesos que le costaron la vida a civiles indefensos. No ha habido medio de comunicación alguno que se pregunte por su cubrimiento parcializado de la guerra. No ha habido empresario que reconozca que por defenderse de unos ilegales, armó hasta los dientes a otros ilegales. No ha habido delfín alguno que se atreva a cuestionar las palabras incendiarias de sus padres o abuelos que dieron pie a una guerra que no hemos sofocado.
 
Para ellos —opositores o no al proceso de paz— lo ideal sería traerse a los delegados de las Farc en La Habana esposados, y encerrar a los cerca de 8.000 guerrilleros en esas pocilgas putrefactas que sin vergüenza el gobierno llama cárceles.
 
Ese sector de la sociedad, encabezado por el uribismo (que condena la impunidad), busca librarse de la responsabilidad de dar explicaciones por la sangre en sus manos. Lo que pide no es que se luche contra la impunidad, que los ha beneficiado durante décadas y habrá inevitablemente, sino una vulgar venganza.
 
Si fuera tanta su indignación por la impunidad, ¿dónde está su solicitud por dar con los responsables de los cerca de 35.000 desaparecidos? ¿Cuándo han hecho algún pronunciamiento para que el Estado identifique a quienes están detrás de los cadáveres desmembrados, arrojados durante décadas a las aguas de los ríos Cauca y Magdalena?
 
Si están tan aterrorizados por la idea de tener que vivir en un país con impunidad, ¿ya indagaron quiénes fueron los responsables de la muerte de Héctor Abad Gómez, Luis Felipe Vélez y Jesús María Valle? ¿Por qué no han preguntado al Estado por qué no hay ni un condenado por la muerte de más de 5.000 integrantes de la UP?
 
Ya que la impunidad supuestamente les importa, ¿saben quiénes han sido condenados por la muerte de Jaime Garzón? ¿Por qué no han cuestionado que tras la muerte de 5 candidatos presidenciales este país se quedó como si nada? ¿Por qué no han exigido que haya justicia para los más de 3.000 falsos positivos?
 
Amigos opositores al proceso de paz, ¿ya pidieron que se investigue judicialmente quiénes fueron los empresarios, ganaderos, policías, narcos y militares que crearon a los paramilitares? ¿No? ¿Entonces de qué impunidad están hablando?
 
Con lo que venga de La Habana, habrá impunidad. Es innegable. En parte porque no hemos reclamado verdad a todos los actores del conflicto, pero también quienes la conocen, prefieren callar, huir o porque ya están dentro de una tumba.
 
Tal vez tienen una vez más razón los uribistas y opositores al proceso de paz al solicitar la llegada de la Corte Penal Internacional para cerrar el conflicto y evitar la impunidad. Así judicializaríamos los crímenes evidentes de la izquierda pero, más interesante aún, sabríamos de los horrores ocultos por la derecha.