¡Desdicha de muchos y felicidad de pocos!

El desarrollo del sistema masivo de transporte en Barranquilla ha causado un gran prejuicio a la movilidad urbana, como también a una parte del comercio que seguirá cada día peor hasta que se tomen medidas correctivas y se hagan las inversiones necesarias.

Hasta ahora las acciones tomadas por la alcaldía Distrital y su Secretaria de Movilidad son paliativos;  porque  cada día  entran en circulación nuevos vehículos que en la última década se han triplicado tanto los carros particulares como también los taxis, y las nuevas vías son escasas y muchas ni siquiera son arterias que realmente ayuden a la descongestión.

Amigo lector tal vez usted haya visto la cantidad de nuevas edificaciones de gran altura y la emergencia de centros comerciales, lo que evidencia que la ciudad se densifica, significando mayores personas por metro cuadrado.  Por tanto, no es que queremos detener el auge de la galopante construcción, pero  se debe pensar en mejorar por ejemplo la cultura y conducta social de los ciudadanos para cruzar las calles, reprender a los conductores que  se detienen en medio de las vías a conversar o dejan pasajeros en ellas, o choferes de buses que recogen o dejan pasajeros en lugares inadecuados y en definitiva se tiene que prohibir estaciones de taxis en medio de las vías.

También hacen falta reguladores de tránsito y policías bien capacitados, pero no para que adornen las esquinas y se reúnan en grupitos a tertuliar y a piropear, por lo que se necesita mejorar el sistema de semáforos para que permita hacer maniobras que ayuden a la descongestión y optimizar la sincronización.  Además se puede ampliar  la señalización de la ciudad, descentralizándola hacia los sectores marginados y caóticos.  En casos puntuales hacer reingeniería para que el tráfico pueda continuar y fluir armónicamente; un ejemplo de esto se debe hacer en la calle 76 con carrera 43 en cuya intersección se podría ampliar e implementar un carril que por la calle 76 se una a la carrera 43 sin necesidad de detenerse, con lo que la carrera 43 no necesitará más el semáforo, ni tampoco la calle 76.  De modo que estos aparatos pueden ser utilizados en otra parte en donde si hacen falta para mejorar el mobiliario y la movilidad. 

 

Una cosa curiosa descubrí en la capital de rascacielos, en Manhattan, Nueva York, donde tienen una población residente de 4 millones de personas, y una población flotante de 4 a 5 millones, y con un área mayor que Barranquilla cuentan con 13.239 taxis amarillos, por cierto vehículos amplios y seguros, con buen espacio en el maletero, y aunque las comparaciones no sean siempre agradables, nosotros tenemos más taxis en Barranquilla con menor área y población.

¿Estamos o no saturados de taxis?  ¿Son necesarios los costosos estudios de movilidad para tomar medidas urgentes y subsanar los problemas que tenemos en nuestra urbe?  Lo más grave vendrá ahora con las obras de infraestructura urbana que se planean realizar.  Entonces el  problema de la congestión se pondrá peor.

He reflexionado sobre en estos temas cuando fui invitado por el distrito a las reuniones programadas para el estudio del nuevo POT en el 2012 y recuerdo que allí sugerí que se realizara un plan para concertar con empresarios, colegios y universidades, bancos con el objetivo de hacer la reingeniería a las horas de entrada y salida para el trabajo o estudio, tendiente a distanciar los horarios entre los actores de la congestión entre cinco y quince minutos para calcular el espacio de desalojo y mejoría del flujo vehicular.

Esta idea puede parecer un poco loca o tonta, pero bien vale la pena intentarlo, ya que la fenomenología e intervención de esta realidad urbana no es sólo motivo de los expertos sino desde los actores del drama que sentimos y pagamos los platos rotos de la alta cogestión y las dificultades de la movilidad.

 

Si varias fábricas o universidades se ponen de acuerdo, sería mucho menos complicado el tráfico vehicular y se podría conseguir mejorar esta problemática y minimizar los cuellos de botella.  Es obvio que hay que estudiar las distintas opciones, buscándolas en las mentes más brillantes, es decir: académicos y profesionales que aporten soluciones a los problemas que reducen la calidad de vida en una urbe que no posee un  buen acumulado de planeación urbanística y cultura cívico.  Aquí el quid de la cuestión es que no estamos preparados para afrontar el crecimiento acelerado que vive Barranquilla en el contexto del TLC y efectos de la globalización periférica (Véase: Goldin y Reinert. Globalización para el desarrollo, Bogotá, Planeta, 2007).

Se necesitan más vías rápidas para disminuir el tiempo de la movilidad. Igualmente sería magnífico contar con un sistema de transporte acuático urbano para rehabilitar el río como espacio de movilidad regional y económica, por lo que sería un buen atractivo turístico y ecológico que puede ser anexado al sistema masivo de transporte metropolitano e interdepartamental (Además serviría a las necesidades de las poblaciones de la ribera occidental del Departamento del Magdalena que hicieron parte del Departamento de Barranquilla entre 1908 a 1910. (Véase: Colpas, Jaime, La Formación del Departamento del Atlántico, 1905-1915, Fondo editorial de la Gobernación del Atlántico, 2005.).   

Criticar es más fácil que proponer alternativas conceptuales a las decisiones y políticas oficiales que cuestionamos como ciudadanos responsables y edificadores del bien común como mostramos en esta nota propositiva y critica.  Indudablemente, si  queremos una ciudad verde y ambientalmente amable y segura necesitamos del río Grande de la Magdalena. 

 

Nuestro caudaloso y hermoso Magdalena significa eso y algo más que está justificado en la existencia histórica de la ciudad que refrenda el escudo conquistado el 7 de abril de 1813 con el título de Villa que es motivo del festejo del bicentenario mítico y desconocido por la ciudad emergente y folclórica.

Además el agua del río con un acueducto alterno podría producir agua medio procesada de bajo costo para distribuirla de manera gratuita o muy económica a la población. Eso ayudaría a disminuir la factura en muchos hogares, porque se calcula que más de un 30% del agua se consume se gasta en regar jardines y lavar carros  y sería de gran utilidad para irrigar patios, parques y avenidas, cementerios, colegios, universidades, y empresas que la requieran, o patios productivos: Agua y energía a bajo costo significa progreso y calidad de vida.  Así florecerán los tiempos pasados de la vieja ciudad de Holopeter y Estercita Forero con los patios y jardines verdes llenos de pájaros y su bello colorido nos convertiría en gente realmente feliz. 

Nuestra metrópoli debería ser un buen ejemplo por bellos jardines, y no malo por sus  basureros ilegales a cielo abierto; seriamos la capital del agua, llena de fuentes y canales acuáticos, y no una urbe sucia y taponada de basuras y convertida en refugio de rufianes y mendigos e  invadida de vendedores ambulantes y comedores callejeros.  O de infantes, mimos y malabaristas en sus calles y esquinas pidiendo limosna. El pasado y este presente amenazado por el calentamiento global y la carencia del preciado y vital líquido nos dice que es con la mirada y dialogo con el río es con lo que se podrá construir verdaderamente a la ciudad amable, inteligente y democrática que muchos añoramos.

La ciudad de hoy necesita la construcción colectiva de un proyecto de ciudad humanística y no de corte neoliberal donde se privatiza todo lo público para favorecer a los politiqueros de la rapiña tradicional.

En Medellín tienen a las empresas públicas municipales EPM que redistribuye la riqueza en la ciudad aportando más de un billón de pesos anuales de sus utilidades para el crecimiento y dinamismo que tienen.  En la otra cara de la moneda pésimo ejemplo dimos  al país con nuestro modelo económico local autofinanciado por una dictadura fiscal y por un plato de lentejas que cedieron los caciques y politiqueros de nuestra bella Curramba, feriando a bajo costo nuestras empresas de servicios públicos a las multinacionales con afán de lucro con lo que encarecieron el costo de vida para llenar los bolsillos de unos cuantos, frenado la equidad social y disparando las causas de la exorbitante inseguridad, reproduciendo la pobreza y la marginalidad que se observa en una expansiva ciudad  con líderes y dirigentes que desconocen o se hacen de las vistas gordas con su ética de doble moral y entreguismo a la colonización foránea y extranjera. En conclusión: ¡desdicha de muchos y felicidad de pocos!