TRAS LA RENUNCIA DE URIBE...

26.07.2018 11:20

 

Nos están pescando 

con carnada artificial

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Ellos unidos en defensa del neoliberalismo y nosotros desunidos en defensa del Estado Social de Derecho

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Editorial RED-GES/El Satélite

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Toda una obra de artimaña politiquera el tuiter del expresidente Uribe anunciando su renuncia al Senado. En el lenguaje de los billaristas, una carambola a tres bandas:  

“La Corte Suprema me llama a indagatoria, no me oyeron previamente, me siento moralmente impedido para ser senador, enviaré mi carta de renuncia para que mi defensa no interfiera con las tareas del Senado”.

Por donde se le mire es una barbera de doble filo.

(1) El “no me oyeron previamente”, acusa a la Corte de violarle su derecho a la legítima defensa. No es cualquier legaña de mico que el máximo tribunal de justicia de un país (cualquier país), incurra en violación de derechos humanos, que al estar direccionados contra un expresidente de la república implicaría, además, un sesgo judicial y persecución política.

(2) El “me siento moralmente impedido para ser senador”, refleja a un hombre probo cuál más. ¿Cómo explicar que sobre este hombre puedan existir 276 investigaciones en la Comisión de Acusaciones de la Cámara, muchas de ellas por violaciones al derecho internacional humanitario?

(3) Y cuando afirma que su renuncia es para que, al asumir su defensa “no interfiera con las tareas del Senado”, pues, da la sensación de que se despoja de toda prebenda propia a su condición de legislador para quedar como un ciudadano más ante la justicia.

Y arranca la comedia: El primero en el reparto es el presidente electo, Iván Duque, quien sale en ardorosa defensa del expresidente y dice:

“Estamos seguros de que su honorabilidad e inocencia prevalecerán” …

Y esta declaración también tiene su veneno, pues, en boca del futuro presidente de los colombianos suena a absolución de facto, independientemente de lo que finalmente falle la suprema Corte de Justicia.

Luego vienen los ataques a la justicia colombiana del Centro Democrático que dice en un comunicado que se trata de un montaje, y el propio Uribe señala como principal responsable del “montaje” al presidente Santos a través de una agencia inglesa.

En la otra orilla de la corriente política, califican el anuncio de Uribe de renunciar a su curul como una sacada de cuerpo a la justicia, aplicada desde su juez natural que es la Corte Suprema, mientras sea legislador, para quedar en manos de la Fiscalía General en donde, no sería raro que finalmente se cierre el caso por “vencimiento” de términos.

En el ínterin, la renuncia de Uribe al Senado no aparece, y algunos sospechan que se arrepintió porque, de todas maneras, la Corte podría retener su jurisdicción en el caso si, como todo parece indicar, los supuestos delitos de que se le acusa fueron cometidos en ejercicio de sus funciones legislativas.

Más allá de este episódico caso, lo que va quedando de bulto es que Uribe es el nombre popular de una enfermedad endémica de Colombia llamada “polarización”: alrededor de Uribe gira toda la opinión pública colombiana: 50%, del centro a la derecha; y 50%, del centro a la izquierda.

No va a ser nada fácil zafarnos de esta vorágine política que nos absorbió desde cuando a los uribistas les dio por llamar “traidor” a Santos, y los antiuribistas respondieron respaldando al traidor 8 años en la Presidencia, independientemente de su modelo de Estado que es el mismo de Uribe, con la única variante de que Uribe quiere la paz, echando bala; y Santos, echando bala y lengua.

En resumen, ellos están unidos en lo fundamental: mantener el modelo neoliberal en cuyo altar los dos comulgan; y nosotros desunidos en lo fundamental:  defender el Estado Social de Derecho, contemplado en la constitución nacional solo como un saludo a la bandera.

 

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