La opinión pública en general tiene de la contralora, Sandra Morelli, una buena imagen. Es hoy en día la mujer pública más visible de Colombia. Ha emprendido una gestión al frente de ese despacho que le dio el aire (bien ganado) de incorrupta e insobornable.
 
A estas personas, con frecuencia, la parte corrupta del establecimiento (que es bastante) le busca la caída, por cualquier cosa…
 
Hace un par de días se divulgó ampliamente la noticia, confirmada por ella misma, de que se iba del país por amenazas de muerte. Se pensó, de inmediato, que los enemigos de la Contralora, es decir, esa buena parte corrupta del establecimiento, estaban dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias para quitársela de encima.
 
Sorprendió, sí, que antes, nada de esto se hubiera siquiera rumoreado. En un país en donde todo se filtra a la prensa, este destape a boca de jarro, era inusitado.
 
Horas después, Miguel Ángel Delgado, fiscal de la CUT, central obrera a la que pertenece el sindicato de trabajadores de la Contraloría, divulgó una carta denunciando a la Contralora por persecución sindical.
 
Hasta aquí, “nada por aquí, nada por allá, como dice el de la bolita…
 
Pero, el texto de la carta del dirigente sindical descubre una faceta de la Contralora que podría dejar aburridos a muchos de sus admiradores porque, si resulta cierto que se inventó la nota de su supuesta amenaza de muerte, “se nos cayó una estatua”, como dicen de aquellas cosas insólitas que no tienen de momento explicación lógica.
 
Las autoridades están obligadas a prestar la debida seguridad a cualquier persona que demuestre ser sujeto de amenazas de muerte. Y seguramente, habrá muchos sujetos que abusan de la norma. Y quizás las mismas autoridades  hayan enjuiciado a los fraudulentos. Esto es lo que podría llamarse “lo normal” dentro de una anormalidad.
 
Pero es que aquí no estamos hablando de cualquier persona. Hablamos de la Contralora General de la República… De la funcionaria que, en la imaginación de muchos, le está devolviendo la majestad a la Institución. Sin pretender decir que la vida de la Contralora valga más que cualquiera otra vida, sí resulta evidente, por sus responsabilidades públicas, que el compromiso de las autoridades por esclarecer la denuncia sea mayor.
 
Necesitamos saber si sí o si no estaba amenazada de muerte, porque de ello depende lo que podamos seguir pensando de tan distinguida señora. Así de sencillo…