SE NOS CORROMPIÓ LA SAL

24.11.2019 03:44

La UE, la ONU, la Procuraduría

y Defensoría condenan abuso

de la autoridad en Colombia

“Muestra a mis ojos espantosa muerte. Mis miembros todos en cadenas pon: ¡Bárbaro! Nunca matarás mi alma, ni pondrás grillos a mi mente, no”: José Mármol (en prisión).

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Editorial REDGES

Fuente: El Satélite

Octavio Quintero

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El gobierno puede estar seguro de que, si algo enerva genuinamente al ciudadano común y corriente, es decir, a la sociedad misma, es la manifestación prepotente del ejército y la policía, validos, precisamente, de su condición de autoridad. Esto tan serio queda patético en el dicho popular del “cójanlo, cójanlo; suéltenlo, suéltenlo”, cuando, en el caso del simplemente llamado ratero, los policías, después de atraparlo, se ensañan en castigarlo empandillados.

Pues, en estos días de explosión social, sí que se ha manifestado reiteradamente la brutalidad de la fuerza desplegada por el ESMAD, al punto de perderse cierta espontaneidad de los hechos en el fragor de un desorden social que trata de sofocarse, para pasar a sospechar que proceden así siguiendo un libreto sistematizado desde la alta comandancia civil y militar. Parece que, para decirlo escuetamente, los Escuadrones Móviles Antidisturbios fueran más bien ‘Prodisturbios’, pues, es lo que de tiempo atrás vienen provocando con impunidad en todo el país, y no solo en esta última oportunidad. El avezado jurista-parlamentario, Germán Navas Talero, calificó en estos días de “terrorismo de Estado”, hechos puntuales en que se ve la brutal represión de la autoridad contra manifestantes pacíficos.

Agréguese a esta efervescente irregularidad los constantes casos en que la policía común y corriente se excede en procedimientos urbanos de barandilla; y agréguese, también, la misma corrupción documentada en casos, cada vez más frecuentes, en que bandas de la delincuencia común aparecen comandas por policías y suboficiales retirados y activos. Si subimos el lente, nos encontramos arriba con publicitados casos como el de la Cuarta Brigada en Medellín o la directriz denunciada por el NYT que precipitó la crisis interna de Semana.com y que, aparentemente, se disolvió en el aire como el humo. Podemos sumar también en esta mirada panóptica al cuerpo castrense de la nación los falsos positivos que han concluido con el escándalo del bombardeo “perfecto” en que el Ejército mató a menores, y que, en retrospectiva, el senador Petro demostró que no fue el único ni probablemente el último, pues, del escándalo rodó la cabeza del ministro de Defensa, pero no la fracasada política seguridad democrática.

Y así llegamos al final de una síntesis de descomposición institucional en la esfera del cuerpo armado de la nación, de arriba abajo. Puede que, en el lenguaje diplomático de la Comunidad Europea y la ONU, en el campo exterior; o de la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo, dentro del país, no se diga así tan escuetamente en los comunicados que en el breve lapso de los dos últimos días han expedido en torno a la crisis social de Colombia. Pero es lo que dan a entender cuando piden a Duque no violar el derecho humanitario de los ciudadanos de manifestarse pacíficamente.  

Conclusión: no es la oposición ni “politiqueros oportunistas”, como dijo en las últimas horas el presidente Duque, que quieren aprovecharse de la explosión social del 21N, agregó. No, es que el Gobierno ha provocado esta explosión que puede convertirse en estallido social, si sigue negando las evidencias de su errada política de “hacer trizas la paz”, siguiendo el libreto de los resentidos expresidentes que están mangoneando su mandato. “Si la sal se corrompe”, se decía en antes para resaltar escándalos esporádicos que, al irse convirtiendo en cotidianos con el paso del tiempo, ya corrompieron toda la sal.

Fin de folio: Presidente Duque, no busque los enemigos afuera… Los tiene adentro.

 

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