Santos: ahí se va quitando la máscara

31.12.2010 11:57

“Cuidaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis”: Mateo 7:15-23.

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La comedia anual del salario mínimo (SM) ha llegado al final: “salgamos a escena, arriba el telón”. Un incremento del 3,4% (¡584! pesos diarios, ni siquiera el costo de una gaseosa), es una ofensa del gobierno y la clase empresarial a la sufrida clase laboral.

Esta es la prueba reina del talante social del gobierno del presidente Santos. Si tuviéramos más conciencia de clase,  a partir de este momento, debieran silenciarse los aplausos.

Quizás los lectores tengan presente algunos análisis que se hicieron en vísperas de este ridículo:

En el periódico El Satélite (versión virtual) se dijo que (…) “Quizás, la paradoja más irónica que encierra este año la negociación del Salario Mínimo (SM) en Colombia es que, ante el avance de la informalidad laboral, resultaría inocua un alza cicatera porque ya cobija a muy poca gente y, por ende, su impacto en la demanda agregada sería irrelevante. Por lo demás, la reciente praxis nos ha puesto de bruces ante una disyuntiva perversa en ambos lados: si se incrementa el mínimo, se eleva la informalidad y si se deja rezagar, que es lo que ha venido ocurriendo, se deprime la demanda (https://periodicoelsatelite.webnode.es/news/mal-esta-el-enfermo-ni-come-ni-hay-que-darle/).

En el mismo sentido, el aclamado analista nacional, Eduardo Sarmiento, expresó  en su habitual columna dominical de El Espectador: “El país está perdiendo la oportunidad de influir en una de las variables que tienen mayor impacto sobre la pobreza y la informalidad. En abierta digresión con el modelo neoliberal, algunos países, entre ellos Brasil, han empleado recientemente el salario mínimo para elevar la demanda agregada y reducir la pobreza. (…)El mejor camino es ajustar el salario mínimo en más de 10%, eliminar algunas de las compensaciones al tipo de cambio y adoptar un subsidio considerable al empleo” (https://www.elespectador.com/columna-239829-salario-minimo-e-informalidad).

Pero bueno, uno podría entender esta actitud del presidente Santos y su ministro Santamaría, en connivencia con los empresarios, como un episodio más de su estirpe neoliberal que, por demás, quedó rubricada también en las reformas sobre la salud y la regla fiscal que le aprobó el Congreso.

Pero, ¿Qué hacen en ese paseo las centrales obreras, sirviendo de notarios de la defunción social? Es inaudito que después de tantos años, nuestros descastados dirigentes sindicales sigan haciendo el oso, el ridículo… y fuera de eso, últimamente, terminen agarrados de las mechas ante los micrófonos de la FM por cuenta del vicepresidente Angelino Garzón, un trásfuga admirable sólo por su habilidad para abordar en el sitio exacto y el momento oportuno el tren de la victoria…

Pensando en él, porque este tipo de pusilánimes ha existido toda la vida, Vargas Vila dijo: “La inteligencia en un hombre sin carácter es como la belleza en una mujer sin virtud: un elemento más de perdición”.  

Si las centrales obreras abandonaran definitivamente esa ridícula mesa de concertación, o si al menos propendieran por una reforma en su constitución, en donde no entrarán tan en franca desventaja de 2 a 1 desde el inicio mismo de las negociaciones, probablemente, gobierno y empresarios, se verían abocados a buscar otros efugios más sutiles para robar  el justo salario de los trabajadores, lo que, al menos, no dejaría a las centrales obreras en situación tan pendeja.

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Fin de folio: la pelea entre la CGT y la CUT, no es –como debiera ser- por los intereses de los trabajadores sino por los intereses de Julio Roberto Gómez, quien aspira al Ministerio del Trabajo y de Tarsicio Mora, quien aspira al Senado.    

  

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