Réquiem por ellas
18.07.2012 05:19
El ministro de Trabajo, Rafael Pardo, decidió darse la pela y presentar al Congreso en la próxima legislatura (así lo acaba de anunciar), la temida reforma pensional que podría contemplar el aumento en la edad de jubilación, entre otras arandelas.
Donde al ministro de Hacienda le dé por lo mismo, esto es, insistir en su también, y más temida reforma tributaria, que contempla –se dice- un incremento general del IVA, podrían encontrarse en la vía legislativa estas dos reformas de alto impacto económico y social.
El desprestigio del gobierno, y en especial del Congreso, no da para tanto. No han pasado los humores de la malhadada reforma a la Justicia. El anuncio del Ministro parece más bien una carnada lanzada al charco a ver cómo está la marea. Pero, de lejos se ve que “no está el palo para hacer cucharas”.
Los pensionados están desde hace rato en guardia contra esta reforma que sigue manteniendo sobre ellos disposiciones injustas, como esa de cargar sobre el pensionado un alto aporte a salud porque, una vez pasa a retiro, le descuentan tanto su propio aporte como el que le correspondía al empleador, como si por el hecho de pensionarse, pasara a ser su propio patrón.
Esto se cae de su peso por simple análisis lógico, pues, todo lo que hizo el trabajador a lo largo de su vida laboral, fue consentir en que parte de su salario se consignara en una empresa, estatal o privada, para que proporcionalmente se le retribuyera en mesadas cuando ya estuviera viejo.
En este sentido, el trabajador, en su momento activo, no tuvo la más mínima injerencia en las decisiones de la respectiva empresa en materia de inversiones o gastos. Mal puede, entonces, considerársele dueño, ni siquiera en mínima parte, de la empresa que en su momento le administró el aporte pensional.
La reforma pensional seguramente volverá a poner sobre el tapete el debate sobre los privilegios pensionales de que goza la clase parlamentaria y el carrusel pensional que se descubrió en la rama judicial, comentarios que, independientemente de que sean justos o injustos, no van a favorecer para nada al gobierno y al Congreso, en vísperas ya de una nueva campaña electoral.
No sobra hablar de la piedra que más talla en la política fiscal y tributaria del sistema capitalista: el IVA. Si por algo se distingue el perfil ideológico de algún gobierno, es por la concepción tributaria y fiscal del Estado, pues que, es a partir de ésta que marca el acento en busca de la equidad social que, según una entre miles definiciones, es la predisposición de dar tratamiento desigual a desiguales.
Difícilmente puede admitirse, en este concepto de equidad, que el Estado colombiano pretenda seguir financiando su fisco principalmente con base en impuestos indirectos (el IVA), que cae sobre los hombros de todos –ricos y pobres por igual- mientras aligera las cargas al gran capital desde los impuestos directos a la renta, el patrimonio y las herencias, hasta las soterradas prebendas que se les otorga por la vía de zonas francas, inversiones extranjeras y sus correspondientes remesas de capital y utilidades.
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Fin de folio: mientras que un pobre en Colombia tenga que tributar lo mismo que un rico por una bolsa de leche, la injustica social puede verse lo mismo que se vería una pelea de tigre con burro ´amarrao´…
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