Orlando López García

03.05.2012 04:50

 

¡Qué vergüenza, carajo!

Miami. Un e-mail cargado de mayéutica

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Estimado Mompox:

A pesar de que asistí a la Universidad Libre de Colombia, hasta el cuarto año de la carrera de Derecho, en cuestiones de leyes, jurisdicciones, derechos y otras cosas, soy un ignorante completo.

 Por eso acudo a usted para preguntarle:

1) Sí las muchachas que les prestaron sus servicios de acompañante a los libidinosos miembros de la escolta del presidente Obama son colombianas;

2) Si no cometieron delito alguno puesto que en  Colombia su oficio no está penalizado;

3) Si ellas tienen sus derechos…

¿Por qué fueron interrogadas por los servicios secretos de los Estados Unidos de América, dentro de la investigación que adelanta para poner en claro lo ocurrido durante la lánguida Cumbre de Cartagena?

¿Quién los autorizó a ello?

¿Qué procedimiento legal utilizaron para citarlas a declarar?

¿Qué abogado colombiano las asistió?

¿Todo estuvo precedido por la lectura de sus derechos?

Eso lo hubieran podido hacer sin violar la jurisdicción nacional, en una semicolonia como Puerto Rico donde mandan los EEU.

Pero en Colombia…

¿No presume acaso  de ser independiente?

 Supóngase que las cosas hubieran sido al contrario; que las muchachas fueran de nacionalidad americana acusadas de venderle sus favores a la escolta de Santos en una visita a Miami…

¿Podrían acaso venir los representantes de  la fiscalía, así como así,  a interrogarlas?

¿Usted cree que sin un largo procedimiento jurídico eso hubiera sido posible, cuando ni siquiera al más peligroso de los delincuentes se le interroga  aquí si no tiene a su lado el abogado defensor?

Y si las “arrastradas”, como las calificó el arribista alcalde de Cartagena (un periodista arribista en la búsqueda del estatus de blanco y de elevado estrato), no transgredieron ninguna ley…

¿Por qué llamarlas a un interrogatorio?

Eso, creería yo, es una violación de la soberanía colombiana.

 Pero claro, los que gobiernan viven en posición supina al imperio americano.

 ¡Qué vergüenza, carajo!

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