Octavio Quintero

07.01.2013 07:28

 

No, pero sí...

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Aunque el presidente Santos lo niegue, la mezcla de paz y reelección es tan lógica que, políticamente, es lo único por lo cual los colombianos podrían  reelegirlo, aunque muchos sospechen desde ya que no sea más que un “falso positivo”, de lo que tanto él sabe.

La ironía vuelve a repetirse, y con los mismos: en 1998 elegimos a Pastrana para que hiciera la paz con las Farc; en el 2002 a Uribe para que acabara con ese proceso de paz; en el 2006 lo reelegimos para que acabara con las Farc; en el 2010 elegimos a Santos pensando que era el propio para rematar el proceso de exterminio anunciado por él mismo como “el fin del fin” de las Farc y, ¡oh sorpresa!, lo que apareció fue el nuevo mesías de la Paz por la vía del diálogo.

La única bandera de reelección de Santos es la paz. Todo lo demás de su gobierno, es la continuación del desastre emprendido en el ya lejano gobierno de Gaviria y su nunca bien lamentado “Revolcón”.

Desde que nos reinventamos las Farc como bandera política (gracias a Pastrana), los colombianos marchamos al son de la paz por la vía del dialogo o por la vía de las armas. Y este juego quedó como el trique (para quienes todavía lo recuerden): trique arriba y trique abajo…

Estamos atrapados en un dilema: paz o neoliberalismo, parecen ser dos temas que se excluyen mutuamente. Si cuestionamos el modelo, no iría más Santos; si no va más Santos, estaríamos interrumpiendo la última oportunidad de darnos la paz por la vía del diálogo.

Al menos esto es lo que ahora se le está haciendo creer a la gente.

Con el mismo propósito político se le hizo creer a la gente en el proceso de la espuria y venal reforma constitucional de la reelección de Uribe que, de lo contrario, el país podría caer en las manos de un “comunista” como Carlos Gaviria que le iba a entregar el país a las Farc… Y se le dejó a Uribe para que se lo entregara a los paramilitares.

Ahora vamos a dejarle el país a Santos para que se lo acabe de entregar a lo más salvaje del capitalismo, no muy diferente de la distancia que hay entre guerrilla y paramilitarismo. Y esa paz que en su reelección se promete, solo servirá de acicate a las nuevas luchas de los indignados con el modelo neoliberal que incendia al mundo.

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