Octavio Quintero
20.05.2012 05:58
La paz perpetua
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Un tratado de paz impuesto por el vencedor al vencido no es más que el inicio de una nueva guerra, dice Kant (1724 – 1804) en su “Paz Perpetua”, escrita en 1795.
Su observación parece confirmarse 124 años después en el Tratado de Versalles (1919) suscrito entre los países aliados y Alemania que puso fin oficialmente a la Primera Guerra Mundial.
Sobre el particular, Keynes dijo pocos días después, que ese Tratado no era más que la declaración de una nueva guerra por las humillantes y vergonzosas condiciones que los vencedores impusieron al vencido. Todos los historiados, basados en Kant y Keynes, admiten en buena parte el génesis de la II Guerra Mundial al fervoroso apoyo que el pueblo alemán dio a Hitler, cuya bandera política fue, precisamente, la supresión de dicho Tratado.
Más cerca de nosotros, el calificado columnista de El Espectador, Alfredo Molano, recrea en su columna de la fecha (20/05/12) los malos procesos llevados a cabo en nuestros conflictos internos que nos han deparado posteriores conflictos como la “Guerra de los mil días” que, bien visto, no hemos terminado.
Es tan conocida y por todos admitida la sentencia de Kant y la observación de Keynes, al igual que las premisas de Molano en la nota aludida, que solo a una ignorancia supina o a una criminal mala fe se puede atribuir la postura del expresidente Uribe al incitar a sus prosélitos en el Congreso a negar el artículo de la ley que cursa abriendo camino a un nuevo intento de de paz en Colombia, incluyendo la reinserción de los alzados en armas con todos sus derechos civiles y políticos, entre ellos, su derecho a elegir y ser elegidos y a formar parte de la dirección del Estado en sus distintas esferas.
Como no cabe duda a nadie de que el expresidente no es ignorante, queda entonces la posibilidad de que esté movido por la mala fe que conlleva a extremos tan monstruosos como el haber utilizado el criminal atentado contra su exministro Londoño para echarle los perros a Santos y aprovechar la coyuntura para intentar hacer abortar la ley de marco legal para negociar la paz que cursa en el Congreso.
¿A quién representa Uribe? ¿Qué intereses defiende? Esa es la cuestión a dilucidar porque tampoco resultaría exitoso un proceso llevado a cabo sin saber quién es quién. A lo mejor resulta que la guerra que desangra a Colombia se está librando en el lugar equivocado en donde, a lo mejor también, ni están todos los que son ni son todos los que están.
Si realmente se quiere intentar un nuevo proceso de paz, hay que empezar por identificar bien a las partes en conflicto y sus porqués, para que resulte medible, verificable y comprobable y nadie después pueda llamarse a engaño. Cualquier otro camino, no pasaría de ser más de lo mismo que nos han dado desde 1885…
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