Octavio Quintero

10.01.2013 05:30

 

… “Ni están todos los que son”

La clase política se ha vuelto como especie de PTAR (planta de tratamiento de aguas residuales), a donde llega toda la mugre de todos nosotros que, de paso, somos quienes elegimos a esa clase política.

Las distintas encuestas nos informan con frecuencia sobre el desprestigio de la clase política. Y no hay nada más impopular en el subconsciente colectivo que el Congreso. Y, por supuesto, tienen culpa de muchas de nuestras afugias, pero resulta innegable que la fuente de nuestros males no está en una sola clase social sino en toda la sociedad nacional, como tal.

Cuando podamos enjuiciarnos como un todo, y no como grupos de perversos que nos vamos pasando la pelota, entonces sí podríamos entender el país que conformamos y aspirar al que nos merecemos.

En la “España Invertebrada”, de Ortega y Gasset (1921), ya se advertía la tendencia de descargar en la política la culpa de todo, quedando el resto de las clases sociales exentas de responsabilidad; e ironizando sobre la circunstancia, el escritor advertía…

… “Diríase que nuestra aristocracia, nuestra Universidad, nuestra industria, nuestro ejército, nuestra ingeniería (etc. etc.), son gremios maravillosamente bien dotados (de personas inteligentes), que encuentran siempre anuladas sus virtudes y talentos por la intervención fatal de los políticos. Si esto fuera verdad, ¿cómo se explica que España, pueblo de tan perfectos electores, se obstine en no sustituir a esos perversos elegidos? ”.

¡Qué maravilla!: “Cada pueblo se merece a sus gobernantes”, dijo un autor anónimo, probablemente lector del pensador español.

Juzgar solo a los políticos como los únicos responsables de todo, sobre todo cuando ellos son elegidos por todos nosotros, es como echarle la culpa al nido donde la perra se ha peído.

Y, para terminar, parece obvia la conclusión: el destino de todo pueblo está en las manos del mismo pueblo por encima del cual, no existe otro poder terrenal.

Lo que pasa es que, ya también lo dijo nuestro  gran Vargas Vila (contemporáneo de Ortega y Gasset): “Es más fácil encadenar a un hombre libre que liberar el alma de un esclavo”.

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Fin de folio: Se nos quedó el término “esclavo” metido en el subconsciente como de aquellos africanos a los que solo San Pedro Claver veía con ojos de piedad. Esclavo es, esencialmente, todo aquel  que se deja cercenar o coartar la libertad de elegir. Y será, mientras no sea capaz de liberarse de su propia obsecuencia de subordinación o dependencia.

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