Octavio Quintero

23.12.2012 15:01

 

La arrogancia de los arrogantes

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Los que ahora están criticando la arrogancia de Petro son los mismos que le aplaudieron su arrogancia al retirarse del Polo porque sus compañeros de dirección no le entregaron las banderas que Santos le exigía como aval de ingreso a la Unidad Nacional.

Ahora, una estela de arrogantes periodistas que le tendieron tapete rojo a su salida del Polo, le coronan de espinas porque su reminiscencia izquierdista le delata en la procesión capitalista sin dejarle marchar al mismo paso y compás.

Todas las estrellas de la opinión pública se disputan los espacios de prensa, radio y televisión a ver cuál de tantos le da más duro, por supuesto, a cuenta de unos grupos de presión económica y política que pagan el aviso.

El Caracol-Radio de Arismendi; el CM& de Yamit; la doble W de Sánchez Cristo y la de Vicky Dávila; y todos a una como en Fuente Ovejuna, desgarran a Petro porque boga o porque no boga: si se equivoca, mal; sin rectifica, peor. Aquí no se trata de hacer un control político sobre una administración, desde la sociedad civil que representan los medios de comunicación, sino un juicio sumario a un exguerrillero que conquistó el poder político y administrativo al mejor estilo colombiano: sin el menor asco por los medios utilizados.

Juicios como los que hoy se anticipan a Petro tenemos engavetados en Bogotá, para no salirnos del contexto, a otros mandatarios capitalinos, digamos que desde Peñalosa en adelante, para no ponernos a desempolvar historias que constipan.

Y no se trata de mirar atrás, como algunos creen. Se trata de mirar adelante, mirar que la otrora beligerancia de la izquierda, también ha cambiado de bando: la derecha está furiosa porque en algunos casos ahora le piden cuentas: en Transmilenio; en las basuras; en las obras públicas y, por supuesto, quiere que hacia adelante las cosas sigan lo mismo que antes.

Dejar caer a Petro no es la solución de nuestros males, sino la continuación de lo mismo que veníamos padeciendo, ya sin diagnosis ni remedio, porque la ropa sucia, como gusta decir, volverá a lavarse en casa.

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Fin de folio: Es más fácil solucionar un problema de basuras en algunas esquinas que erradicar la corrupción general en toda una ciudad; y más soportable un mandatario arrogante que unos ladrones.

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