Octavio Quintero
18.10.2012 18:26
“De los delitos y las penas”
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Hace casi 250 años el filósofo-jurista, César Beccaria, enseñó que las penas deben ser proporcionales a la gravedad de los delitos y, como en su época existían penas de muerte y tortura por cualquier cosa, agregaba: “Si todas las penas son iguales de rigurosas, el delincuente cometerá siempre el delito mayor”.
El pensamiento del insigne filósofo fue permeando la jurisprudencia penal hasta llegar hoy a un venero jurídico demasiado garantista, que no resulta de ninguna manera censurable, como sí podría darse en las laxas interpretaciones que al amparo de normas confusas y ambivalentes, se expiden por los jueces, según el color de gafas que se pongan a la hora de dictar sus fallos.
Es de ahí de donde el docto vulgo acuñó la frase: “la ley para los de ruana”. Y, por lo visto, el “Patrón” de SaludCoop, Carlos Palacino, no es de los de ruana porque la pena que le acaba de imponer la Procuraduría es un incentivo a que otros delincuentes como él, por tan poca pena, se vean estimulados a cometer el delito mayor, siguiendo el mismo sentido del pensamiento de Beccaria.
Veamos: ¿Qué le puede importar a un tipo que lo inhabiliten por 18 años para volver a contratar con el Estado, si acaba de embolsillarse 160.000 millones de pesos, según el expediente que en su contra cursa ante la Fiscalía por el llamado robo a la salud? Lo podrían inhabilitar de por vida, y también le importaría un pito.
Lo que resulta más ridículo es que la misma Procuraduría, ante semejante magnitud de delito, le haya fijado, aparte de la inhabilidad, una multa de 51,5 millones de pesos que resultan ser, ténganse para no caerse, el 0,00000003% del multimillonario robo. 51 millones, para decirlo en otros términos, debería ser la menuda que este poderoso hampón se echaba al bolsillo para sus gastos personales cada fin de semana.
Beccaria hoy diría además que la correspondencia de la pena y el delito también se hace con relación al daño intrínseco que se provoqué con el correspondiente delito. No se provoca el mismo daño robarse 100 pesos de la salud pública que de las obras públicas. Pongámoslo en otros términos. Es más perverso lo que hizo Palacino con el robo a la salud que lo que hicieron los Nule con el Carrusel de la Contratación en Bogotá, por condenables que sean uno y otro.
Claro que en el caso de Palacino, todavía falta por ver qué pena de prisión podría imponerle el juez que finalmente falle su execrable delito. Pero es que aquí también la correspondencia del delito y de la pena se ha menguado porque los ladrones de cuello blanco, que no pierden sus influencias a pesar de sus crímenes, llegan a cárceles cinco estrellas; pagan a periodistas de pacotilla para que les escriban libros; siembran lechugas en la costa y aguacates en el altiplano con lo que consiguen reducir sus penas a términos excarcelables, terminando en sus casas con el único “suplicio” de tener que sobornar al guardia cada vez que quieren salir de compras… Y lo hacen con frecuencia.
Todo esta oportunidad de reforma a la justicia fue la que se perdió en la pasada legislatura, dado que el “Honorable Congreso”, junto con las “Honorables Cortes” y el “Augusto Gobierno” decidieron desmacularse de tan horrenda forma que terminaron por quedarse sin el pan y sin el queso.
Si el señor Beccaria resucitara hoy, podría reescribir “De los delitos y las penas”, diciéndonos de nuevo: “Las penas deben ser proporcionales a la gravedad de los delitos. Si todas las penas son igual de leves (en el original rigurosas) el delincuente cometerá siempre el delito mayor”.
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